Los síntomas de que el narcotráfico está en un proceso de peligroso, franco e imparable crecimiento aparecen en el país cada vez con mayor fuerza y frecuencia, dejando tras de sí una secuela de muerte, crimen y drogadicción.
Los ajustes de cuentas, con asesinatos estremecedores de por medio, con descubrimientos de cadáveres de ciudadanos nacionales y extranjeros mutilados, embolsados y tirados a los costados de los caminos o zonas boscosas, especialmente en regiones del oriente boliviano, son un síntoma evidente de la presencia en Bolivia de peligrosas y desalmadas bandas de narcotraficantes foráneos.
Policías retirados o en actividad, miembros de esas mafias de narcotraficantes, junto a admisiones de funcionarios del Gobierno y de organismos antidrogas de países vecinos son una constatación de que esta actividad criminal ha penetrado con sus dardos envenenados en sectores campesinos rurales, como los que asesinaron a cuatro policías en las cercanías de Uncía y que ahora buscan impunidad.
La producción de la coca del Chapare parece haberse cuadruplicado en los últimos cinco años como consecuencia del cambio registrado de un cato de coca por familia que vive en el Chapare a un cato por afiliado a cada una de las federaciones del trópico. Paralelamente al aumento de la producción de la materia prima imprescindible para la fabricación de cocaína, creció la cantidad de fábricas de droga descubiertas en distintos puntos del país. Ya no son aquellas pozas de maceración o laboratorios de sulfato o pasta base de cocaína, sino de elaboración de cocaína pura o clorhidrato de cocaína. Eso significa que los narcotraficantes, en nuestro país, han dado pasos gigantescos en la reducción de los tiempos para cristalizar y, por lo tanto, para producir una de las que es la peor de las drogas.
La actitud de los dirigentes sindicales en oponerse, por ahora, al incremento de las áreas cocaleras ha sido buena. Todos sabemos que la coca que se produce en el Chapare es usada, fundamentalmente, para producir cocaína y sería altamente peligroso aumentar la superficie de ese cultivo porque iría, de alguna manera, a aumentar la producción de droga.
El Gobierno ha hecho bien en anunciar que dará una lucha frontal al narcotráfico, aunque aclaró que primero hay que potenciar al organismo policial.
Ojalá que esas promesas no queden en eso, en promesas incumplidas, como las muchas hechas hasta ahora y que generaron reacciones que en algunos casos han sido violentas y con saldos de muertos.
Recordemos las declaraciones de uno de los jefes de la FELCN sobre la necesidad de un apoyo de la cooperación extranjera, sobre todo acuerdos bilaterales que permitan realizar un trabajo compartido con gobiernos de los países vecinos.
El Gobierno está obligado no sólo a combatir a los narcotraficantes, que ya son muchos en el país, sino también a cumplir su palabra de acabar con los policías corruptos y a reducir los cultivos excedentarios de coca. Mientras se cultive coca para fabricar drogas, el narcotráfico continuará reproduciéndose en el país por muchos golpes que se le dé.
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