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lunes, 30 de marzo de 2015


en lugar de "echarle la culpa a Estados Unidos"

Evo debería asumir su propia responsabilidad

seguimos como al principio en el tema de la cocaína


El presidente Evo Morales manifestó este viernes ante los medios de comunicación que en Estados Unidos está el origen del narcotráfico. La declaración se dio tras el informe presentado por ese país, donde se indica que en Bolivia no se hacen los esfuerzos necesarios para luchar contra el narcotráfico.

Morales expresó su molestia por el informe presentado por EE.UU. y preguntó al departamento de Estado, cuándo aportó para la lucha contra el narcotráfico en Bolivia con una responsabilidad compartida y no como una cooperación.

Estados Unidos usa el narcotráfico con fines netamente geopolíticos. Estados Unidos, no tiene ninguna autoridad moral, ni ética para poder controlar, cuestionar; si el origen del narcotráfico está en EEUU”, dijo el primer mandatario.

Morales agregó que la Administración para el Control de Drogas (DEA) de norteamérica anda de “aventuras” pagadas por losnarcocolombianos.

La DEA en Colombia anda en lugares de fiestas sexuales pagado por los narcocolombianos. Estados Unidos por favor, controle a su DEA, en qué aventura andan sus supuestos colaboradores de la DEA, la CIA”, agregó Morales. El Deber.SC

domingo, 15 de marzo de 2015

el autor Erick Fagardo, con energía se refiere a la "negación hipócrita" de ser la coca la base del modelo económico emergente en Bolivia, manejado el narcotráfico desde el Gobierno es una realidad con "legitimidad social".

Cuando la coca excedentaria es la base de un modelo económico emergente y sus clases intermediarias han asumido el poder, la consecuencia lógica es que el narcotráfico se convierta en política de Estado.

Decirlo sin vueltas y sin rodeo – estimo – es la última chance de exponer la negación hipócrita en la que han decidido cohabitar la sociedad civil y las élites políticas bolivianas, respecto al problema de la coca y el “cuarto ciclo” de acumulación del capital en Bolivia.
El narcotráfico se maneja desde el gobierno boliviano. Esa es una realidad a la que nos convoca a someternos la evidencia empírica cotidiana del sentido común y de la que nos evade una fuerza igual o aún más poderosa: la negación.
Cuando la economía de un país empieza a pivotar sobre la explotación de una materia prima estratégica de gran demanda internacional, hablamos de un modelo económico emergente que exige participación y regulación del Estado.
Cuando su industrialización y comercialización queda en control de pequeñas corporaciones y micro empresarios, y su ciclo económico tiene efectos multiplicadores con incidencia directa en la microeconomía, hablamos de un nuevo ciclo de acumulación del capital, con plena legitimidad social.
Cuando estos grupos agentes del modelo económico emergente alcanzan la madurez organizativa y financiera para buscar con éxito el poder político, la legitimidad social del modelo empieza a imponer su propia lógica de racionalidad “legal”.
Y cuando un estado toma la decisión de asumir control del mercado de una materia prima estratégica; de un sector productivo creciente y con legitimidad social, más allá de sus connotaciones “legales”, hablamos de asumir la implementación de un nuevo modelo de economía como política de Estado.
Evo Morales no llevó el narcotráfico a Palacio, ese dudoso honor lo tuvieron otros antes. Él lo ha asumido como política de Estado y su régimen es la expresión de la toma del poder de esas nuevas secciones económicas y los grupos transnacionales que promueven la economía de la coca, de una política de estado a un nuevo orden económico mundial.
Es hora de dejar de explicarnos la singular “bonanza” microeconómica con el mito del cuerno de la abundancia; de dejar las tramas novelescas para explicar la epidemia de dignatarios implicados en narcotráfico.
Suficiente del absurdo de la conspiración de ministros, generales y eunucos infiltrados por el Imperio, a espaldas del virtuoso e ingenuo Puyi andino.
El cacique de la principal confederación de productores de coca, sin destino legal, gobierna hace diez años Bolivia. Y más allá de la “posición oficial” de su gobierno sobre “combatir” el narcotráfico, en los hechos se deshizo de la DEA, amplió la frontera agrícola de la coca y “despenalizó” el incremento de cultivos de coca excedentaria, mientras su estrategia de incautaciones y secuestros de droga sugiere una lucha contra el contrabando y la competencia, antes que contra el narcotráfico en sí.
Reconducción diplomática, decisiones ejecutivas de incentivo a la producción, control de fronteras, regulación y gestión del comercio exterior. ¿No es eso desarrollar una política de Estado? Y en ese contexto, que sus ministros, su “zar” antidrogas, su director “anticorrupción”, su comandante de la Policía y su sacerdote de cabecera sean eventualmente señalados por la prensa o capturados por otro gobierno en el ejercicio de esa política, es parte del costo de la lucha de este y varios otros gobiernos por consolidar un modelo económico emergente.
Digámoslo sin careta de una vez, lo que la izquierda lo debate entre susurros hace décadas: la coca es el eje de un nuevo ciclo de acumulación del capital. Y si algo persiguen los agentes políticos de este modelo, es imponer un nuevo orden económico mundial.

domingo, 8 de marzo de 2015

Gonzáles Yasich desde Los Tiempos reclama una "autocrítica severa y sincera" del entorno de Evo Morales en cuanto a la cocaína. se refiere al caso NarcoGeneral Nina y las implicaciones con personeros del Gobierno incluyendo ex-ministros con muchísimo poder

Como todos estamos al tanto de lo que pasa en este pobre país, ya sabemos que el excomandante de la Policía general Óscar Nina en sus declaraciones ante los fiscales ha develado ciertos avales y nexos con algunos exministros de Gobierno en sus actividades ilícitas. El actual ministro de Gobierno, deslindó ayer toda responsabilidad y participación de las exautoridades aludidas. Unos días antes el Vicepresidente, siguiendo la misma línea discursiva, ha limpiado la imagen de otras autoridades masistas involucradas fehacientemente en hechos delictivos, y que tienen nexos con organizaciones indígenas, enfatizando que “no me toquen a la organización (…) es sagrada, histórica, es lo que sostiene la vitalidad de nuestra patria”.
Las declaraciones de estas autoridades sólo demuestran una gran dosis de crueldad. Nos están mandando el mensaje imponente de que el Gobierno y sus operadores tienen un hálito divino que les coloca en un recinto de infalibilidad. De demostrarse un vínculo fehaciente con alguna actividad criminal o una alianza manifiesta con los grupos delincuenciales que operan en el país, especialmente los combinados con el narcotráfico, el contrabando, la corrupción o el enriquecimiento ilícito, el funcionario desgraciado puede que soporte el abandono total de parte de sus protectores oficialistas o se beneficie de un resguardo bienaventurado, según la suerte.
Siempre, en el peor de los casos, el Gobierno utiliza el mismo lenguaje empobrecido para negar sus nexos y vínculos con esos lobos solitarios que (supuestamente) operaron sin el aval oficial y obraron libremente en los fértiles bosques de la ilegalidad. Este desprecio a sus correligionarios corruptos, muestra una faceta muy ruborizada de sentimientos encontrados en los principales líderes del partido de Gobierno; que de forma simultanea expresan un desprecio desmedido por los nexos que sostienen sus operadores con lo ilícito, y al mismo tiempo muestran un aprecio íntimo por sus nexos con las mismas personas que en el pasado les habían complacido. Esta ambivalencia abre la posibilidad de generar deducciones descabelladas en busca de respuestas lógicas. Por ejemplo, el lector podría suponer sobre qué fue lo que primó en la mente del Presidente del Estado, para que elija al general Nina como Comandante de la Policía Boliviana, entre muchos postulantes. ¿Qué se ofrecieron entre partes? Desde ya, esta es una pregunta irracional, como sería también la respuesta.
Sin ser la excepción, en las altas esferas del Gobierno de manera privada e íntima, se deben desarrollar unas sesiones intensas en que las autocríticas sobresalen de los límites. En cualquier organización que pretenda reconstruirse permanentemente, la autocrítica es la mejor metodología para reencontrarse. Lo negativo de este proceso reflexivo es que el Gobierno nunca ha adoptado una posición autocrítica frente al pueblo, ha preferido siempre exhibir con toda vehemencia ese “superego” masista que a todas luces resulta siendo protector, infalible y límpido. Por esto es que cada vez que el Gobierno niega sus nexos con los malhechores, también está demostrando una contundente carga de miedo de que se termine probando que está muy aliado con el delito. Por lo demás, y con la misma fortaleza con la que niega sus vínculos con el narcotráfico o el contrabando, el Gobierno debería liberarse de sus nexos sagrados con esas organizaciones sociales o políticas que sirven de cobijo a los delincuentes.

viernes, 6 de marzo de 2015

policías que acusan a los masistas. masistas no se defienden. aceptan las acusaciones. ministros, embajadores, jefes de la coca...acusados con letras mayúsculas ante la opinión mundial. qué hacer! pobre Bolivia en el escarnio.

Pentángeli y los generales
Humberto Vacaflor Ganam

En El Padrino II, Frank Pentángili había decidido revelar a la justicia todos los pecados de la familia Corleone, pero cuando tenía que hacer la acusación, Michael Corleone se presentó en el lugar acompañado del hermano de Pentángeli, como teniéndolo de rehén, y éste calló en siete idiomas.

Quizá sea una coincidencia, pero ya van dos generales de la policía boliviana acusados de narcotráfico han sido detenidos, pero junto a sus hijos. 

De esa manera, René Sanabria, que está preso en Estados Unidos, quizá se sintió como Pentángeli cuando se enteró de que en Bolivia su hijo también ha sido detenido. Una especie de rehén. Y ha optado por callar. No ha hecho ninguna revelación sobre los nexos que tenía mientras era el zar antidrogas de Bolivia con otros funcionarios públicos, de menor o mayor jerarquía.

Ahora ha caído el general Oscar Hugo Nina ha caído preso y, qué casualidad, también está preso su hijo. Se suponía que él callaría acerca de los vínculos que tenía, pero parece que el método Pentángeli a veces o falla o es sometido a un criterio selectivo.

Ahora que hay una tormenta dentro del MAS, con acusaciones cruzadas, en una especie de tenis en que caen víctimas en uno y otro bando, Nina ha lanzado acusaciones contra Sancha Llorenti, Eduardo Rada y Felipe Cáceres.
Los expertos que conocen los intestinos donde se da la lucha en el MAS seguramente saben de qué bando son todos esos acusados. Los que vemos las cosas desde fuera tendremos que esperar a que en esta partida de tenis se produzca el golpe desde el otro bando.

Pero lo que el ministro de gobierno, Hugo Moldiz, no parece saber, es que todos sus antecesores, sobre todo Carlos Romero, negaban a rajatabla cualquier posibilidad de que los cárteles extranjeros estuvieran presentes en Bolivia. Y acaba de decir que Nina estaba en contacto con, nada menos, que el Chapo Guzmán, del poderoso cártel mexicano de Sinaloa, lo que complica más a Llorenti, Rada y Cáceres.

Todo este espectáculo, con generales, embajadores, ministros y exministros, además de viceministros comprometidos, viene a poner en situación incómoda al frente más leal que tiene el gobierno: los informes de la ONU, según los cuales en Bolivia vamos a tener que importar coca. Estos burócratas internacionales están haciendo el ridículo.
Vacaflor.obolog.com