Vistas de página en total

martes, 11 de noviembre de 2014

Claudio Ferrufino logra estremecer el ser boliviano, si la matanza de los 43 estudiantes de Guerrero se diera en Bolivia. es más, nos traslada a un escenario imaginario. que los estudiantes que están saliendo en las ciudades organizados por la Policía para protestar contra las drogas, lo harían en Ibirgarzama, en Achacachi, en Yacapaní, los cocaleros saldrían en masa para impedirlo, repetir otro Ayotzinapas que está haciendo estremecer al mundo. Claudio, qué visión no lejos de una realidad cercana.

Podría suceder en Bolivia algo así? La desaparición y segura muerte de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” en el estado de Guerrero, México, y sus horribles circunstancias por supuesto que pueden reeditarse en el país. Sucede cuando el narcotráfico copa instituciones y rige destinos. Peor, en el caso nuestro, donde hablar de protección oficial global y generalizada no está fuera de la verdad. Lo regional en el caso mexicano, se amplía considerablemente acá.

Imaginemos una hipotética marcha, no importa de quién, en contra del narcotráfico, de condiciones de vida, de demandas de una u otra especie en el Chapare tropical, republiqueta hoy con leyes propias y dinámica específica. No duraría ni media hora; los protestantes serían desaparecidos de inmediato y asesinados a golpe y machete, previa quema y estrangulamiento sin que nadie diga nada y menos se someta a juicio a los participantes. O Achacachi, o montón de nombres que podemos ir señalando al azar en el mapa de Coquivia. Las amenazas, en las pasadas elecciones, en regiones rurales, que quien no votara por Evo Morales sería castigado a chicote, son Ayotzinapas en potencia. Todavía no suceden porque somos un país que hasta en la violencia en la magnitud que se libera en otro lado estamos atrasados. El narco se encargará de ponernos al día. Además que nuestra población es cobarde y proclive al soborno, casi naturalmente corrupta, y mientras haya dinero en las calles y las monedas toquen, así sea de forma mísera, a una mayoría, se estará bien, contentos, con el infaltable e infatigable ánimo de fiesta que nos caracteriza.
Mientras el mito de una inexistente grandeza crezca, mientras nos liberen del atávico complejo de inferioridad que nos marca, mientras nos hagan creer que somos potencia nuclear, Suiza, que el ferviente líder es el mesías del mundo, todo marchará sobre ruedas: elección indefinida, eternidad, Incario o aymarato redivivos. No importa, nada importa, que en ello estemos apostando el futuro, porque este pueblo no ve más allá de sus narices, del festejo de la virgen del jusk’u y la proclamación de san Putas. No alcanza la imaginación, menos el análisis, para concebir el país que nos espera, sometido en su totalidad al narco, sin instituciones ni justicia.
Nos encanta vivir lo irreal, la paradoja de que cómo es posible que en un lugar donde el sueldo básico es de solo 200 dólares, la gente construya edificios millonarios, trague -que no comen- por un valor que excede  cualquier presupuesto. ¿De dónde viene la plata? De las remesas, sí, de tantos bolivianos que nos hemos roto la espalda para mandar fortunas de regreso, pero sobre todo del tráfico de cocaína y minería ilegal, asuntos que traen consigo destrucción y muerte, jamás felicidad; fiesta, claro, seguro, pero no felicidad y menos progreso.
Ayotzinapa y una común tragedia mexicana muestra que cuando el estado se permea de crimen, esto va a suceder. Cuando los detentadores del poder y la fortuna sientan que su bienestar sufre amenaza, reaccionarán según la afrenta. Tortura y muerte no se descartan, lo que sea para aterrorizar la disidencia, la disputa, el deseo de explicación. Que Bolivia termine más pobre e ignorante que nunca en el futuro cercano, gracias al auge de la droga, no les interesa. Es un negocio donde los capitalistas criminales no conceden... obligan.
Guerrero es un espacio pequeño que deja en la mesa una inmensa y trágica lección. Si magnificamos lo que allí ocurre, lo pasamos a un entero país, hallaremos un panorama apocalíptico. No lo comprendemos porque nos urge bailar, chupar, tragar y cagar tranquilos. Viva la muerte, mueran los derechos humanos y a la mierda el porvenir.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Francesco explica la consistencia del "efecto cucaracha" en la lucha contra los narcotraficantes. todo hace pensar que vienen a Bolivia porque hay esquinas poco iluminadas donde no pueden ser visibles y están a resguardo. pide luz intensa para cazar a las cucarachas e impedir que se sigan diseminando haciendo inmenso daño.

Existe una controversia en Bolivia acerca de si el llamado crimen organizado transnacional (COT), de procedencia colombiana, brasileña y mejicana, se ha instalado o no en nuestro país.
Por un lado, las autoridades nacionales han repetido hasta el cansancio que no se trata de multinacionales del narcotráfico, sino de bandas aisladas o, en último caso, de “emisarios” del COT.
En cambio, frente a la evidencia del crecimiento de la violencia, especialmente en Santa Cruz, otros piensan que sí existe una base operativa del COT dedicada al control de estupefacientes de los cuales Bolivia es fuente y ruta de tránsito (cocaína del Perú y marihuana del Paraguay).
Lo cierto es que cada día se tienen noticias de asesinatos y secuestros, de toneladas de droga incautada a lo largo y ancho del país, de fábricas de todo tamaño que surgen como hongos en los poblados más remotos y de avionetas capturadas junto a sus pilotos … automáticos.
Todo esto sucede en un contexto de lucha desigual de la Felcn contra el narcotráfico, de reducción sostenida y sin daños colaterales de los cultivos de hoja de coca, certificada incluso por la Oficina de las NNUU contra la Droga y el Delito (Unodc), y de acuerdos regionales de cooperación en esa lucha.
Puede parecer una paradoja que, cuanto más el Estado pelea contra las drogas, más violencia se percibe en el país. La explicación está en lo que los expertos llaman el “efecto cucaracha”: cuando se enciende la luz en una habitación infestada por cucarachas, éstas instintivamente se refugian en los rincones de la habitación, donde la luz es más tenue.
La mayoría de los países de la región han encendido hace tiempo las luces en su habitación. Estas luces son medidas represivas más enérgicas, radares y drones, controles financieros eficaces contra el lavado de dinero, seguimiento del recorrido de los precursores, labor profesional de inteligencia y formación de policías incorruptibles y sistema judicial probo, entre otros. En ese contexto, las “cucarachas” optan por refugiarse en otras habitaciones donde las luces no son aún tan intensas. Aparentemente las luces de la política antidroga de Bolivia no son muy eficientes si las cárceles están llenas de “mulas”, adictos y revendedores, pero no de peces gordos.
La misma metáfora puede aplicarse a la diversificación del crimen organizado. Sucede que, cuando las cucarachas ingresan a una habitación oscura, ahí se quedan para luego diversificar sus actividades de acuerdo con el tipo de luz que se enciende. Por ejemplo, si un país refuerza la lucha contra el narcotráfico, el COT se refugia en otras actividades criminales cuyo control es más laxo. Siguiendo con el ejemplo, esas bandas suelen bajar temporalmente su perfil en el narcotráfico y volcarse a la trata de personas, a los secuestros, a la extorsión o al tráfico de órganos humanos.
Lo óptimo sería evitar que ingresen cucarachas a la habitación. Sin embargo, una vez que aquellas se han instalado ahí por las fallas de iluminación, no queda más remedio que desinfectar la habitación y expulsar o capturar a todas las cucarachas presentes. Eso se hace mejorando las luces y recurriendo a productos desinfectantes tecnológicamente más avanzados.
Es posible que la expulsión de la DEA del país haya contribuido a pacificar las regiones productoras de la hoja de coca, aunque sin complicar mucho la cadena del narcotráfico. Sin embargo, la cooperación entre agencias regionales e internacionales de lucha contra el COT sigue siendo una “luz” imprescindible si se desea identificar, arrinconar y expulsar a esa plaga de Bolivia.

sábado, 8 de noviembre de 2014

El Penoco pregunta, "quiénes son los narcos" y cede la palabra al masista Avalos. "tengo miedo, cuando hablé del tema, me amenazaron" y tiene razón por cuantos los narcos no son solo colombianos, los hay de otras nacionalidades y "bolivianos con poder" en todos los círculos oficiales.

El senador oficialista Isaac Ávalos ha insistido en una tesis de su autoría que busca explicar algunas de las razones del crecimiento de la violencia y el narcotráfico en el país. Él apunta hacia la creciente presencia de ciudadanos colombianos en nuestro país, que según él, casi todos son "maleantes" y "pichicateros".



Ávalos dice que tiene miedo hablar de este tema, aunque no es la primera vez que lo hace. Afirma que hace un tiempo lo acosaron con quejas de la Cancillería, la Embajada de Colombia y otras instancias que reclamaron por este evidente acto de xenofobia. 

Lamentablemente no dijo nada de la reacción de Migraciones, del Ministerio de Gobierno, de la Policía, de la Fuerza Especial de lucha contra el Narcotráfico y del Viceministerio de Defensa Social, entidades que deberían aclarar no solo sobre la presencia de colombianos, sino de individuos de muchas otras nacionalidades que según otras fuentes más creíbles que Ávalos, pertenecen a importantes cárteles internacionales de la droga. El narcotráfico crece, la violencia, los ajustes de cuentas y los secuestros se multiplican, pero lamentablemente nadie se siente ofendido por eso.