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viernes, 11 de febrero de 2011

un ingeniero químico describe el proceso de producción de la droga maldita que envenena especialmente a nuestra juventud y que daña al medioambiente

Al margen del significado de la cocaína para la sociedad, es importante señalar con alguna aproximación el efecto nocivo de la producción de la denominada pasta base y su posterior refinamiento para alcanzar la calidad con la que luego es comercializada, generando el negocio del espanto y el terror.

Las ingenuas y simples hojas de coca son sometidas a un proceso que los ingenieros denominamos de extracción sólido-líquido, donde esta materia prima, es decir las hojas, se macera y, por presión física y por efecto de sustancias químicas denominadas precursores, libera y extrae la base química de estas hojas sagradas. No se trata de un curso de química, sino de hacer conocer que por cada 100 kilogramos de hojas se obtienen solamente tres kilogramos de pasta base. Para ello se necesitan 40 kilogramos de precursores, entre ácidos, bases y otras sustancias que ingresan en el país de forma misteriosa y constante.

Si usted, querido y querida lector, se molesta en hacer un cálculo aritmético simple, podrá inferir que por cada kilogramo de pasta base hay que eliminar aproximadamente 50 kilogramos de sólidos y líquidos que van directamente a los ríos, lagos, veredas de los caminos y en muchos casos se vierten a la alcantarilla. Si aplicamos este cálculo a la última incautación de cocaína realizada al Alcalde de Calamarca, los 200 kilogramos de cocaína incautados representan 10.000 kilogramos o 10 toneladas de desperdicios que van directamente a contaminar nuestra sagrada naturaleza.

Eso sí, no hay noticias ni reclamos a favor de la Madre Tierra y contra la fabricación de cocaína por su condición contaminante, ni por parte del Gobierno, es decir el Ministerio de Medio Ambiente y Aguas, ni de las universidades ni de los institutos de investigación y las ONG que proclaman con vehemencia cuando se trata del calentamiento global o la falta de agua provocados por el capitalismo salvaje del que nos seguimos nutriendo como país y como sistema.

El cálculo es simple y aterrador, cuando se incauta cualquier cantidad de pasta base, se multiplica por 50 y ésos son los kilos o toneladas que son echados a los ríos, lagos y caminos y que luego, por su naturaleza contaminante, matan todo lo que tocan y se quedan para perpetuar la infamia y la infertilidad.

El Gobierno, en su ingenuidad, planteó, en los foros internacionales, la creación de un tribunal para penalizar los actos contra la naturaleza. Pero en casa bien gracias, como si tuviéramos otro país para irnos después de acabar con éste. La defensa del acullico y el uso de la hoja de coca para otro fin que no sea la producción de cocaína es un derecho, la línea que separa el uno del otro es el filo de la navaja, y hay que ser muy cauto e inteligente para poder moverse en ese estrecho sendero que nos conducirá a la soledad y el marginamiento causado por defender el cultivo de este arbusto que día a día decide la historia del país.

Ojneb Gross es ingeniero químico.

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