Bolivia siempre brinda inéditas sorpresas, sobre todo en el campo político. Ahora, tal como se ha informado oficialmente mediante un diputado del Movimiento al Socialismo (MAS) -que además es dirigente de los productores de hojas de coca, comúnmente llamados cocaleros- habrá un aporte de 20.430 kilos de la controvertida hoja para colaborar con la campaña a favor del presidente Evo Morales en los comicios de diciembre.
Las llamadas Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba -de las cuales Evo Morales es también presidente- han coordinado que cada afiliado aporte una libra de su propia cosecha para totalizar el monto ofrecido. El valor ‘normal’ del producto llegaría a casi Bs 600.000, equivalente a unos 84.000 dólares estadounidenses. El valor para su uso en drogas mediante el ilícito mercado negro puede fácilmente decuplicarse o más.
Esta insólita noticia coincide con otra no menos llamativa: resulta que ahora nada menos que más del 62% de la población boliviana estaría acostumbrada al llamado ‘acullico’, es decir, la masticación de hojas de coca. Así lo ha expresado el propio viceministro de Defensa Social. Sinceramente, nos parece exagerada la cantidad. Urge contar con una estadística objetiva antes de hacer un pronunciamiento tan contundente.
Sin negar las potenciales virtudes que eventualmente podría tener la hoja de coca para los llamados ‘usos alternativos’, es un hecho científicamente comprobado que hasta el simple acullico genera adicción y provoca con el tiempo condiciones similares a las de su nefasto derivado: el clorhidrato de cocaína. Por otro lado, las Naciones Unidas mantienen a la hoja de coca como sustancia controlada desde el año 1961. Los esfuerzos del actual Gobierno en pro de su “despenalización” no han tenido éxito hasta el momento y casi con seguridad no lo tendrán en el futuro inmediato.
Debe agregarse lo que es una verdad a gritos: la mayor cantidad de las hojas de coca producidas en Chapare se destina a la producción de estupefaciente. Además, la ola de droga proveniente de Bolivia que invade a los países vecinos ya está causando legítima preocupación en ellos e inquietud en la comunidad internacional.
Como corolario de lo someramente expresado y de las consecuencias que podría acarrear consigo, el gesto de donar 20 toneladas de coca a favor de la campaña para la reelección de Evo Morales no parece ser atinado en la hora presente. El hecho puede prestarse a interpretaciones múltiples, no todas ellas positivas para el Gobierno. ¿Quién controlará la coca donada? ¿Quién la distribuirá? ¿A quienes se la venderá? ¿Cómo se sabrá que su uso no deriva a otros fines? Los interrogantes pueden continuar en una larga lista.
Lo único que faltaba agregarle al rico folclore político nacional es la sustentación de una potencial reelección presidencial sobre la base –entre otros factores- de la hoja de coca. Veremos cuáles son las repercusiones de esta decisión de los seguidores de Evo Morales, él ya de por sí dirigente cocalero y productor de hojas de coca, en extraña simultaneidad con su alto cargo al frente de los destinos de la nación.
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