El Gobierno boliviano acaba de solicitar ayuda al FBI para que investigue a los proveedores estadounidenses que recientemente despacharon un arsenal de armas al país y que, tras minuciosa investigación, fue interceptado por la Policía en el domicilio de un céntrico barrio cruceño. Cuatro personas, una mujer entre ellas, fueron detenidas en el eficaz operativo.
El sofisticado armamento llegó a esta ciudad camuflado por partes en electrodomésticos y debía ser renviado a una temible organización mafiosa para la protección de narcos que operan en las favelas de Brasil. Las aduanas nacionales no parecen estar convenientemente equipadas para detectar armas o partes de estas introducidas en lavarropas, cocinas o heladeras. Según el ministro de Gobierno, Carlos Romero, no es el primer embarque de fusiles de asalto, pistolas y municiones hacia Bolivia desde la ciudad estadounidense de Providence en el estado de Rhode Island. Si los hubo, debió informar sobre anteriores envíos. EEUU es uno de los principales exportadores de armas, por delante del Reino Unido, Rusia, Francia, Alemania e Italia. El ministro Romero dijo que el narcotráfico articula delitos como el tráfico de armas y el lavado de dinero.
Olvidó mencionar el tráfico ilícito de precursores químicos. Principalmente, sin ácido sulfúrico, acetona y permanganato de potasio, las hojas de coca no se pueden convertir en ‘líneas’ inhalables. Sin la presencia de los delitos antes mencionados, el narcotráfico sería imposible de suscitarse como se lo conoce por estos días.
Los narcos no se protegen con arcos y flechas. Tampoco esconden su dinero bajo el colchón. Requieren de armas convencionales cada vez mejores para ‘proteger’ su ilícita actividad, así como lavar su dinero para legitimarlo sin levantar sospechas. Por los graves riesgos que implica, es destacable que el Gobierno pida cooperación al FBI para desentrañar los envíos de armas modernas desde EEUU al país porque es más que evidente la conectividad del narcotráfico con el tráfico de armas, de precursores químicos y el lavado.
Paralelamente, tendrían que llegar a algún puerto las investigaciones sobre la irrefrenable actividad del narcotráfico en Bolivia. Como la que registra el norte cruceño, donde reciben a balazos a las fuerzas antidroga y donde como hongos brotan factorías y pistas de aterrizaje en localidades convertidas en feudos y centros de producción de ‘peces gordos’ que aún no caen en ninguna red
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