Bolivia, según diversas evaluaciones de organismos de la comunidad internacional, ocupa el tercer lugar en la lista de países sudamericanos de mayores cultivos de coca y producción de cocaína.
Una serie de hechos confirman tal afirmación, figurando entre los principales la cada vez mayor cantidad de plantas elaboradoras de la droga que son descubiertas por la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico, así como las cada vez más frecuentes operaciones de incautación de cocaína, de vehículos, armas, naves y pistas clandestinas, hechos a los que se suma la gran cantidad de operadores colombianos y brasileños que los cárteles de la droga destacan a Bolivia, algunos de los cuales caen en manos de la Policía. El propio ministro de Gobierno se refirió últimamente, por primera vez, a la presencia de ‘emisarios’ de organizaciones criminales en territorio nacional.
Conviene destacar que un pequeño porcentaje del polvo blanco se queda en Bolivia. Se ignora cuál es la cifra exacta, pero es lógico suponer que la misma va en continuo ascenso, como consecuencia del crecimiento de la ‘narcodemanda’ en sectores juveniles (pandillas barriales) y estudiantes urbanos y suburbanos.
Abundan ahora en los medios de comunicación social los registros informativos sobre bandas dedicadas a la venta de droga al menudeo en zonas de la periferia urbana y frente a colegios y escuelas de nuestra capital. Estas gavillas tienen conexiones internas en dichos centros educativos (ciertos adolescentes a quienes conquistan y reclutan no solo con la droga, sino también con pequeños pagos).
Ante el incremento de tan censurable tráfago, que amenaza crecientemente a una adolescencia cuya integridad moral y salud se debe preservar, se demandan urgentes acciones a escala de gobierno regional y municipal para eliminar el mal o, por lo menos, reducirlo a su mínima expresión.
El municipio de Portachuelo sentó ya un buen precedente en lo que respecta a tareas de prevención del flagelo. Dispuso la ejecución de ‘operaciones sorpresa’ en aceras y puertas de ingreso de escuelas y colegios para capturar a los vendedores de droga al raleo. Es probable que estos operativos alejarán a las bandas de los centros educativos, pero nada garantiza que las mismas sigan operando en otros puntos de la ciudad, a los que dirijan sus pasos los escolares adictos a la droga.
Adquieren singular importancia las tareas de prevención, vigilancia y represión que también deben realizarse de forma más enérgica en nuestra capital, pero acaso la mayor acreencia del tema radique en la educación. En todas las escuelas y colegios de la ciudad deberían realizarse campañas educativas que alerten a niños y escolares sobre los graves riesgos de salud y alteraciones de personalidad a que les expone el consumo de las drogas, sean estas cocaína, marihuana o fármacos.
Mucho mejor todavía si el tan delicado asunto pasa a formar parte del paquete curricular, una iniciativa que tendría que ser implementada, incluso a escala nacional, a partir de la próxima gestión educativa.
1 comentario:
Todo en este articulo esta bien escrito, excepto el hecho de AUTORIZAR a los jóvenes a arrebatar y destruir la droga, pues esa no es su función (represión)y crearías mas violencia dándoles poder a quienes no saben manejar el tema. Lo que si se puede es PREMIAR a los que denuncien y la denuncia debería ser en diferentes instancias para que no quede en la impunidad.
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