Existen parámetros aproximados que permitan establecer cual es el porcentaje que se incauta de la droga producida y este oscila entre un 10 a 15 por ciento. Si tomamos en cuanta esta referencia tendremos que la producción de droga se ha incrementado en los últimos años en progresión geométrica.
Existen razones más que suficientes para suponer que este crecimiento se debe a que el narcotráfico con la llegada de un cocalero al gobierno en Bolivia disponen de un ambiente más que propicio para desarrollar sus actividades, contando con abundancia de materia prima (hoja de coca) que es transportada con escaso o ningún control por todo el territorio nacional.
La producción de droga sigue estrictamente las normas que dicta el modo de producción capitalista. Los productores de droga se asientan donde tienen ventajas comparativas, donde tienen materia prima abundante y de “calidad”, mano de obra barata y, principalmente, una legislación flexible y en lo posible, favorable, y en eso no se diferencian de un productor de textiles.
El boom de la fabricación de cocaína en el territorio nacional es evidente. Las fábricas cuentan con tecnología moderna, colombiana principalmente, que permite que el país haya obtenido el dudoso éxito de exportar ya no pasta base, como lo hacía antes, sino cocaína de alta pureza y este es un gran “avance” que ha sido obtenido en los años que, casualmente, coinciden con los del gobierno del MAS.
Lo que el gobierno de Evo hace es intentar deslindar responsabilidades y tratar de lanzarlas sobre la DEA para justificar una política cuyas consecuencias solo las estamos viendo en sus expresiones iniciales. Yno se trata de hacer una defensa a ultranza de los gringos, que en muchas ocasiones, se ponen muy pesados y tampoco son unos angelitos impolutos.
Además ¿quién los entiende? El discurso de los funcionarios gubernamentales es ambivalente y hasta multivalente, de todo menos coherente. Cuando se los escucha se plantea el serio desafío de determinar si lo que afirman tiene un cierto asidero o simplemente es producto de una reacción hepática.
Se trata de una característica muy marcada de las “autoridades” partiendo del propio presidente Evo Morales. Sin embargo, el viceministro de Defensa Social, Felipe Cáceres, cocalero y empresario hotelero, batió récords en cuanto a afirmar algo y a las pocas horas decir exactamente lo contrario.
En La Paz decía que el gobierno de los Estados Unidos no había aportado en la lucha contra el narcotráfico y que poco menos incentivó sus actividades. No pasaron muchas horas y en un acto de graduación de los “Garras del Valor”, la unidad en la que se forma el personal especializado en la lucha contra el narcotráfico en el Chapare, Cáceres dijo que agradecía la cooperación de ese país.
Este tipo de contradicciones resultan preocupantes cuando se trata de funcionarios que tienen a su cargo un área muy delicada como la lucha contra el narcotráfico y preocupan más cuando son recogidas por el propio vocero gubernamental, Iván Canelas, que evidentemente cada vez tiene menos que decir ya que le han surgido dos serios competidores como los viceministros Sacha Llorenti y Wilfredo Chávez.
No obstante, si bien el MAS no ha logrado la industrialización de los hidrocarburos, ha perdido el Atpdea, del litio no tiene idea, el hierro del Mutum es una ilusión, ha corrido a empresarios nacionales y extranjeros por falta de seguridad jurídica, hay que reconocer que si ha logrado que la cocaína se produzca en cantidades industriales y promete alcanzar nuevos éxitos en esta lucrativa empresa.
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