La hoja de coca sirve para producir cocaína. Ni el más ciego, ni el más chavista o el más masista, puede decir lo contrario. De ahí que, dada la coyuntura, los narcotraficantes en Bolivia estén en apogeo. La razón es sencilla, los chicos del MAS han relajado el control y vigilancia en la plantación excedentaria de hoja de coca lo que ha generado el incremento en la elaboración de cocaína, la misma que no está destinada únicamente al mercado interno, sino que se va al exterior y dicen las malas lenguas, vía Venezuela y Honduras a México y de ahí, a Estados Unidos. ¿Será ese el motivo del pataleo del coronel y sus seguidores por la caída de Zelaya?
Pero bueno, el discurso de la hoja de coca como parte de la cultura milenaria en Bolivia es trillado. Como país, supimos reconocer, proteger y cuidar su uso, aplicación, preservación y conservación en la esfera cultural, medicinal, social y ancestral. En otras palabras, Bolivia desde la promulgación de la Ley 1008 ha sentado bases sólidas para reconocer el carácter cultural de la hoja de coca y para proteger el derecho de quienes la utilizan con fines lícitos. En ningún momento se cuestionó el privilegio natural de los ciudadanos bolivianos de recurrir a las bondades de la coca en su estado natural. En los hechos, lo que se hizo fue diferenciar a la hoja de coca en ese estado, esto es, en el natural, que según conocimientos médicos y la propia Ley 1008, “no produce efectos nocivos a la salud humana” y la coca “iter críminis”, es decir, “la hoja en proceso de transformación química que aísla el alcaloide cocaína y produce efectos psicofisiológicos y biológicos nocivos para la salud humana”.
Nunca se negó el carácter cultural de la coca y ninguna administración en nuestro país prohibió su consumo dentro los límites establecidos por ley. Que este tema haya sido y siga siendo manejado políticamente para vender imágenes y posturas de defensa que reditúan espacios de popularidad, es otra cosa. La legislación boliviana jamás fue contra el origen milenario de la coca y contra el derecho de quienes desean consumirla en su estado natural. Lo negativo es que existen quienes han manipulado el eslogan del uso irrestricto de la coca amparándola en el derecho a su uso en prácticas medicinales o culturales, lo que ha derivado en el incremento de su producción pero ya no para fines legales. Negar ese hecho y hacerlo utilizando la postura de defensa de la coca en términos ancestrales, es una falacia.
Nunca se prohibió su uso lícito bajo las formas tradicionales conocidas como el “acullico” o en ritos milenarios de diversa índole. Nunca autoridad alguna o ley alguna cuestionó su consumo tradicional como pretende el gobierno mostrar al mundo. La comunidad internacional jamás puso en tela de juicio el derecho inalienable e imprescriptible del pueblo boliviano de recurrir a fuentes culturales, tradicionales y ancestrales en su interrelación humana diaria a través del mecanismo de la coca. Lo que sí se tildó de ilegal porque así está comprobado científicamente, fue el hecho que la coca es la materia prima de la cocaína y que como tal, su utilización tiene dos facetas muy claras: la lícita, la que se origina en su fase natural y la ilícita, que mata gente y enriquece a “pichicateros” y a “Narco-Estados”, muy de moda en estos días.
A esa faceta nos oponemos la mayoría de los bolivianos. Por tanto, el gobierno debe dejar de hacer palestra y montar demagógicamente ideas fuerza respecto a que la lucha por lograr la despenalización de la hoja de coca permitirá recobrar nuestra dignidad. La dignidad de los bolivianos será recobrada el día que el gobierno, sea cual fuere, dé señales precisas de que lucha contra el narcotráfico y, por ende, contra toda plantación excedentaria de hoja de coca. De lo contrario, ¿por qué durante más de tres años en el poder los muchachos del MAS no se preocuparon por implementar procesos de industrialización para su uso lícito? ¿Por qué, si realmente les preocupa que no se limite su cultivo y no se la considere estupefaciente, no utilizaron el dinero que gastaron en la Calancha, en Pando o el 11-E en Cochabamba, para demostrar al mundo que la coca también sirve para producir otras cosas? ¿Por qué implementar más de dos o tres fábricas de palmito cuando ya hay otras, o de papel o una lechería en el Chapare y olvidarse de la coca y su industrialización? ¿O acaso no se han dado cuenta de que la producción necesaria de hoja de coca no justifica su incremento y que éste, sólo se debe a que se fabrica más cocaína en Bolivia? A eso nos oponemos. A que Bolivia sea permisiva con la elaboración de cocaína merced al descontrol y libertinaje en la plantación de la materia prima que sirve para su elaboración. De ninguna manera a su uso ancestral, medicinal, social y cultural.
De ahí que resulta un claro contrasentido del gobierno salir en defensa del cultivo tradicional cuando éste nunca estuvo en tela de juicio. Sí, que se utilicen a pisacocas para beneficiar a narcotraficantes y a bandas de cuello blanco y, en extremo, para enviciar a la juventud y desprestigiar al país.
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