Tres noticias publicadas en este matutino durante la semana que concluye dan cuenta de la magnitud que tiende a adquirir en nuestro país la proliferación descontrolada de todas las actividades relacionadas con la producción y comercialización de drogas.
Las tres notas que comentamos coinciden, además, al mostrar cuán cerca estamos de una explosión de violencia muy similar a la que por las mismas causas ha hecho estragos en países como Colombia y México. Según uno de los informes, siete poblaciones vallunas están divididas, con altas probabilidades de llegar a enfrentamientos físicos, debido a que una parte de ellas ha optado por involucrarse de lleno en el negocio de la droga, mientras que los agricultores y sus familias desesperan ante las múltiples maneras como la producción de cocaína los perjudica. Los informes de la Felcn indican que en la comunidad de Pantipata funcionan 115 fábricas de cocaína en 2008, aunque los comunarios denunciantes afirman que hay al menos 300, que producen unos 200 kilos de droga por semana. Los desechos producidos por el proceso de transformación de coca en cocaína contaminan los ríos de la zona, lo que envenena los alimentos producidos en comunidades ubicadas río abajo. Los animales que beben esas aguas enferman y mueren, las cosechas se pierden. A ello se suma la corrupción de los jóvenes, la inseguridad ocasionada por la violencia siempre relacionada con el negocio, entre muchas otras calamidades. En otra zona del valle cochabambino, un grupo de narcotraficantes hostigó con disparos a efectivos de la Felcn, cuando éstos pretendían destruir una factoría en Charamoco (Capinota). Según el jefe de la Felcn, se trataba de una instalación móvil que podía producir hasta 15 kilogramos de cocaína al día. El jueves por la noche, un motín carcelario desencadenado por enfrentamientos entre bandas rivales por el control del negocio de la droga, dio otra señal de alerta sobre lo que las secuelas del auge de las actividades ligadas al negocio de la droga están ocasionando a nuestro alrededor. Como es fácil constatar, las tres noticias tienen muchos elementos en común. Uno de ellos es que están ligadas a un fenómeno que sin ser nuevo, ha adquirido durante los últimos tres años una nueva dimensión. Un segundo elemento es que las fuerzas policiales son impotentes ante la magnitud del mal que deben combatir. Como enseña la experiencia propia y la ajena, estamos ante las primeras manifestaciones de un fenómeno que al paso que crece muy pronto puede llevarnos a una situación muy similar a la mexicana. Con la agravante de que aquí el negocio de la coca y sus derivados está muy estrechamente ligado a la organización política que gobierna el país.
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