"El narcotráfico y la producción de
cocaína, al ser actividades que lucran de la muerte, están en contra de los
principios básicos de la moral y la ética que nos van empujando a una espiral
de violencia".
En estos términos se refirió el presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana, monseñor Oscar Aparicio, en el discurso de inauguración de la Asamblea de Obispos que concluirá el 12 de los corrientes.
Es probable que para cuando sea publicada esta columna, el régimen ya haya salido al paso con su recurrente discurso de que la Iglesia no debe meterse en asuntos "políticos".
A manera de antecedente de de la preocupación de la Iglesia por la expansión del narcotráfico dentro del país están las declaraciones que Monseñor Tito Solari, obispo de la Diócesis de Cochabamba, hizo en noviembre de 2011, cuando afirmó que los narcotraficantes utilizaban niños para distribuir cocaína en Chapare.
Aquella vez, el régimen prácticamente defenestró al sacerdote. Los cocaleros lo declararon "persona non grata" y solicitaron su expulsión de Bolivia y amenazaron con denunciarlo al Vaticano si no pedía disculpas. Después, ante la evidencia, autoridades del sector admitieron, a regañadientes, que había adolescentes usados como "mulas". Solari, desde entonces, se calló en siete idiomas.
El contexto del discurso de Aparicio es, sin embargo, otro: se produce a pocos días de haber ocurrido los hechos en la localidad de Miraflores, en Apolo, donde efectivos de la Fuerza de Tarea Conjunta –de erradicación de coca- fueron ultimados luego de ser sometidos a humillación y tortura. Lamentablemente las "investigaciones" no han dejado nada en claro y probablemente vaya ocurrir como tantas veces… el olvido hará su trabajo.
Por si no ha quedado clara mi posición al respecto, expresada ya en anteriores artículos, la vuelvo a repetir: una cosa es luchar contra el crimen organizado cuando éste es una entidad externa al Estado y otra cuando no sólo que está al interior del mismo sino que es su razón de ser; ni siquiera hay lucha posible, pues lo que se da es protección, encubrimiento, infidencia, simulación, negocios turbios.
Entretanto, preso de su criatura, el Gobierno se sigue hundiendo en las arenas movedizas del narco.
En estos términos se refirió el presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana, monseñor Oscar Aparicio, en el discurso de inauguración de la Asamblea de Obispos que concluirá el 12 de los corrientes.
Es probable que para cuando sea publicada esta columna, el régimen ya haya salido al paso con su recurrente discurso de que la Iglesia no debe meterse en asuntos "políticos".
A manera de antecedente de de la preocupación de la Iglesia por la expansión del narcotráfico dentro del país están las declaraciones que Monseñor Tito Solari, obispo de la Diócesis de Cochabamba, hizo en noviembre de 2011, cuando afirmó que los narcotraficantes utilizaban niños para distribuir cocaína en Chapare.
Aquella vez, el régimen prácticamente defenestró al sacerdote. Los cocaleros lo declararon "persona non grata" y solicitaron su expulsión de Bolivia y amenazaron con denunciarlo al Vaticano si no pedía disculpas. Después, ante la evidencia, autoridades del sector admitieron, a regañadientes, que había adolescentes usados como "mulas". Solari, desde entonces, se calló en siete idiomas.
El contexto del discurso de Aparicio es, sin embargo, otro: se produce a pocos días de haber ocurrido los hechos en la localidad de Miraflores, en Apolo, donde efectivos de la Fuerza de Tarea Conjunta –de erradicación de coca- fueron ultimados luego de ser sometidos a humillación y tortura. Lamentablemente las "investigaciones" no han dejado nada en claro y probablemente vaya ocurrir como tantas veces… el olvido hará su trabajo.
Por si no ha quedado clara mi posición al respecto, expresada ya en anteriores artículos, la vuelvo a repetir: una cosa es luchar contra el crimen organizado cuando éste es una entidad externa al Estado y otra cuando no sólo que está al interior del mismo sino que es su razón de ser; ni siquiera hay lucha posible, pues lo que se da es protección, encubrimiento, infidencia, simulación, negocios turbios.
Entretanto, preso de su criatura, el Gobierno se sigue hundiendo en las arenas movedizas del narco.
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