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martes, 16 de junio de 2009

entregando cifras que no admiten discusión Mario Rueda Peña explica que la tarea de Contener al Narcotráfico es más que urgente!

La lucha contra el narcotráfico no es fácil, como lo demuestra la circunstancia de que la superficie de hectáreas de coca excedentaria y el volumen de la producción de cocaína, en el decenio comprendido entre 1998 y 2009, no registren variaciones más o menos drásticas. En 1998, a despecho de los programas de erradicación de cultivos no autorizados por ley, la producción conjunta de coca en el Chapare y los Yungas, fue de 37 mil hectáreas. Esta cifra bajó apenas a 28.900 hectáreas en 2005. Y hoy trepó a las 35 mil hectáreas por causas que todos conocemos. Acaso la principal sea la extrema liberalidad gubernamental hacia los productores de coca del Chapare, subtrópico en el cual campean a sus anchas no sólo los intermediarios comerciales del producto, sino los propios narcos.


Algo parecido acreditan las cifras relativas a la elaboración de droga en igual periodo de tiempo. Antes de la aplicación de los programas de erradicación de cultivos excedentarios de coca y del endurecimiento de la acción represiva por medio de la Ley 1008, Bolivia producía la droga blanca en una cantidad que anualmente iba de las 60 a las 80 toneladas. Estas cifras experimentaron bajas no significativas, pero bajas al fin, como consecuencia de los emprendimientos referidos, pero hoy nos encontramos con una situación parecida a la del último decenio del siglo pasado.


Se estima que hasta fines de año la producción anual de cocaína en Bolivia se aproximará a las 75 toneladas. No se trata de un cálculo arbitrario sino de posibilidad a favor de la cual corren varios factores, entre los que cabe mencionar la expansión de los cultivos excedentarios e ilegales de coca en el Chapare y los Yungas; la cada vez más evidente penetración de los cárteles internacionales del narcotráfico, a través de redes familiares y de pequeñas bandas que en El Alto de La Paz, así como en zonas rurales del altiplano y los valles, camuflan platas productoras de droga sujetas a tecnología de punta, en casas humildes o las instalan en alejadas fincas del departamento del trópico boliviano.


Actualmente, los decomisos diarios de droga ascienden a los 80 kilos y la cocaína incautada entre enero y mayo del presente año llega ya las 13 toneladas.


No deja de ser inquietante, por otra parte, la intensidad que parece alcanzar el transporte de droga por vía aérea y el descubrimiento de narcofàbricas que nos recuerdan a la tristemente célebre de Huanchaca. Lo peor es la estela de hechos sangrientos que dejan estos sucesos, con características de “ajustes de cuentas” al estilo de los narcos del norte de México, región a la que hacen vivir en permanente zozobra.


Sabemos que será casi imposible dar fin con el narcotráfico en Bolivia mientras los países altamente desarrollados no realicen el milagro de bajar a poco menos que cero la demanda de la droga, pero por lo menos podemos hacer algo para evitar su crecimiento descontrolado y que la inseguridad ciudadana se dispare a las nubes, golpeada por la ola de criminalidad que con características de “ajustes de cuentas” brota ya en el país.

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