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jueves, 5 de junio de 2014

temor porque Santa Cruz se convierta en el centro geográfico del "negocio de la cocaína" analiza declaraciones de un experto Jeremy McDemortt al que entrevistó y dejó ver que la opinión sobre Bolivia y la Droga no es de las mejores sustentada en sólidos argumentos.

E ntre 2008 y 2009, el presidente Evo Morales decidió la expulsión del embajador de Estados Unidos, Philip Goldberg, y de la agencia antidroga estadounidense (DEA, por su sigla en inglés) atribuyéndoles injerencia en asuntos políticos internos y afanes conspirativos contra su Gobierno. La DEA es responsable de coordinar y perseguir las investigaciones contra las drogas en el extranjero.
La presencia de la DEA en Bolivia data de comienzos de los 80 del siglo pasado. Entonces el país no tenía capacidad –como tampoco la tiene ahora– para enfrentar la creciente amenaza del narcotráfico y el Gobierno de la época pidió ayuda internacional. Muchos países la prometieron, pero solo EEUU la concretó a través de su agencia especializada. Al presentar un balance sobre estrategias emprendidas para incautar estupefacientes y erradicar plantaciones de coca, el jefe de Estado dijo que a Bolivia le iba mejor sin la DEA en la lucha antidroga. Y, de paso, la ‘dignidad’ nacional quedaba intacta…
Jeremy McDermott es periodista y director de una entidad de investigación del crimen organizado. En una amplia entrevista con EL DEBER habló sobre la expansión del narcotráfico en el continente. También se refirió a las ‘señales preocupantes’ y a una ‘mezcla potencialmente muy peligrosa’ para Bolivia porque, además de tener su propia cadena productiva, aparece como sándwich entre los dos mercados más grandes de consumo de droga en América del Sur: Brasil y Argentina. Por si fuera poco, la vecindad con Perú, señalado como el principal productor de cocaína en el mundo, nos ha convertido en país-puente para el tráfico de narcóticos.
McDermott advierte que Santa Cruz de la Sierra, como la ciudad boliviana más grande, es vulnerable al aumento del narcotráfico y que, por su ubicación y sus características, puede convertirse en ‘centro de negocios’ para los narcotraficantes. La alarmante y espantosa serie de ‘ajustes de cuentas’, más de una docena en los últimos meses, tiene que ver con una mayor penetración del narcotráfico, reflejada también en el aumento de la delincuencia y en la presencia de pandillas juveniles que introducen drogas en los colegios, entre otros males.
La ciudad sede de la cumbre del G-77 se pondrá en breve en la mira internacional cuando ya lo está peligrosamente enfocada por el narcotráfico, que halla terreno fértil en un país debilitado para la lucha antidroga, que demanda esfuerzos mancomunados. Las consecuencias, terribles por cierto, son visibles. Hasta para el que no las quiere ver
Consejo Editorial: Pedro F. Rivero Jordán, Juan Carlos Rivero Jordán, Tuffí Aré Vázquez, Lupe Cajías, Agustín Saavedra Weise y Percy Áñez Rivero

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