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martes, 28 de junio de 2011

Jaime Aparicio diplomático de carrera refiere su invalorable testimonio de existir la Convención del 88 que reconoce o acepta el uso tradicional de la hoja de coca, los derechos humanos allí donde existe la evidencia histórica. Valioso para comparar con la denuncia de Choquehuanca


Prioridad de este Gobierno fue retirar la hoja de coca de la lista I de estupefacientes de la Convención Única Sobre Estupefacientes de 1961. Esta tentativa acabó en un rotundo fracaso al no conseguir el inefable señor Solón, representante ante la ONU, el apoyo de otros países para que prospere esta iniciativa. La última estocada a este plan la dio el Gral. Sanabria, que puso al descubierto el otro lado de la ¨hoja sagrada”.
Frente a ese escenario, el Gobierno y su obsecuente parlamento decidieron "denunciar" la Convención de Naciones Unidas de 1961, bajo el pretexto de que, según declaró a AFP el Canciller Choquehuanca en tono místico, "denunciar el acuerdo significa defender nuestra cultura, que podamos seguir practicando nuestra cultura”.
Esta Convención, a la que Bolivia adhirió en 1973, incluye en su lista I a la hoja de coca como estupefaciente y contempla una cláusula en la que los países se comprometían a ilegalizar internamente el masticado de la hoja de coca en un plazo de 25 años, a partir de la entrada en vigor del Tratado. Pero lo que el Gobierno no dice es que antes de que se hubiera cumplido ese plazo, el Gobierno del Dr. Paz Estenssoro encomendó a un grupo de juristas y diplomáticos, presidido por el Dr. Huascar Cajías, equipo del que formé parte, reparar ese error y evitar, conforme al Derecho Internacional, la obligación de ilegalizar el masticado de la hoja de coca, una práctica ancestral en el occidente boliviano. Para fortuna del país, a mediados de los años 80 se iniciaba un proceso de negociación en Viena para una nueva Convención, complementaria de la de 1961, la misma que fue aprobada en 1988.
En esas circunstancias, Bolivia, adoptó la estrategia de negociar que la Convención de Viena de 1988 reconozca que en algunos países existe el uso tradicional de la hoja de coca. De esa manera, el artículo pertinente de la Convención de Viena de 1988 estableció:
“Cada una de las partes adoptará medidas adecuadas para evitar el cultivo ilícito de las plantas que contengan estupefacientes o sustancias sicotrópicas, tales como las plantas de adormidera, los arbustos de coca y las plantas de cannabis, así como para erradicar aquellas que se cultiven ilícitamente en su territorio. Las medidas que se adopten deberán respetar los derechos humanos fundamentales y tendrán debidamente en cuenta los usos tradicionales lícitos, donde al respecto exista la evidencia histórica, así como la protección del medio ambiente.”
Este párrafo que rescató el uso cultural de la hoja de coca, fue negociado por Bolivia en una activa acción diplomática que permitió que el Canciller de ese tiempo, Guillermo Bedregal, sea elegido Presidente de la Conferencia que negoció y aprobó la Convención de 1988. Además, Bolivia, opuso una reserva en esa Convención, declarando que, en su territorio, será legal el uso tradicional lícito de la hoja de coca. Por eso se pudo establecer legalmente en Bolivia áreas de cultivos legales en zonas tradicionales como los Yungas, y cuyos cultivos no fueron objeto de reclamo ni por EEUU ni Europa ni por la propia Junta Internacional de Estupefacientes de la ONU (JIFE).
Está claro que no era necesario denunciar la Convención de 1961 para defender el masticado de la hoja de coca, pues a partir de la ratificación de la Convención del 88, Bolivia había logrado la inaplicabilidad de la ilegalización de la hoja para usos tradicionales en territorio boliviano. De manera que la acción de desgarrarse las vestiduras por el acullico tiene otro trasfondo.

El autor es abogado y diplomático

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