El pasado miércoles, como ocurre el 15 de septiembre de cada año, el presidente de Estados Unidos presentó al Congreso de su país un informe acerca del estado actual de los acuerdos internacionales sobre interdicción y lucha contra las drogas. Se trata de un reporte anual sobre cuya base el Departamento de Estado decide qué países son “certificados” y por lo tanto, “premiados” con estímulos como preferencias arancelarias, y qué países, al no merecer la “certificación” estadounidense, son sometidos a diversos tipos de sanciones.
Por tercer año consecutivo, el informe en cuestión fue negativo y contradictorio para el país. Y como era de esperar y no podía ser de otra manera, fue recibido por el presidente Evo Morales con términos muy duros. “El Gobierno de Estados Unidos no tiene ninguna moral para hablar de la droga, para hablar de certificación o descertificación”, ha dicho y, es justo decirlo, tiene toda la razón. (Crítica. Evo no tiene toda la razón para negar valor moral al de EEUU porque cumple un mandato de la ONU y porque tiene convenios con el propio gobierno boliviano que no han sido desconocidos legalmente que sepamos para descalificar cuando se trata del incumplimiento de lo pactado, que el Norte ratifica "poniendo sus dólares")
En efecto, si se considera que EEUU no ha cosechado durante las últimas décadas nada más que fracasos en su “guerra contra las drogas”, resulta indefendible la tozudez con que sus élites burocráticas se aferran al rol de gendarmes del mundo. Peor aún si se considera que los países que más aplicadamente se ajustan a las fórmulas y a los criterios que guían a los “certificadores” muestran resultados que de ningún modo pueden ser vistos como dignos de ser imitados.
El caso más patético en ese sentido es el de México, donde desde 2006, cuando el Gobierno de Felipe Calderón optó por reforzar los tan recomendados métodos de lucha contra las drogas, se ha desencadenado una atroz guerra que ya ha costado 28 mil muertes en tres años, 13 mil de ellas durante los últimos 18 meses, sin que el flujo de drogas haya disminuido. (Crítica: Las muertes en México no se deben a la aplicación de métodos para combatir el narcotráfico. Se deben a la ferocidad de las bandas o carteles en defender sus mercados y en la corrupción de agentes y policías que exacerban las rivalidades para cosechar recursos de ambos lados)
La experiencia estadounidense en ese sentido no es en nada mejor, como lo confirma el más reciente informe de la Administración de Servicios Sanitarios Mentales y de Abuso de Sustancias (Samhsa, por su sigla en inglés), según el cual el consumo de drogas ilegales en EEUU aumentó durante el último año en un 8,7 por ciento.
Son esos, entre muchos otros datos fehacientes, los que hacen que Evo Morales no esté solo cuando de cuestionar la política estadounidense contra las drogas se trata. Está, más bien, muy bien acompañado, pues notables personajes como los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Ernesto Zedillo (México) y César Gaviria (Colombia), junto a un número creciente de líderes sociales y culturales del mundo entero, se han dado a la tarea de promover un debate a escala global sobre el tema. (Crítica: el debate no puede estar a favor de Evo que al incentivar la producción de hojas de coca, aspecto que ni siquiera menciona el editorialista, está "permitiendo" mayor producción de cocaína por tanto de "su exportación" a los mercados de consumo que no sólo EEUU)
El hecho de que tras la misma causa se alineen personajes tan dispares ideológicamente como Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, por ejemplo, es una muestra de que el asunto ha adquirido una dimensión que trasciende las fronteras políticas. (Sería interesante conocer en detalle lo que opinan los escritores citados sobre la coca)
Así también lo confirma el vigor con que ha irrumpido el ex presidente de España Felipe González para promover la organización de un foro internacional que aborde la legalización de las drogas. (Crítica: lamentable que Gonzáles hubiese caído en la trampa de pedir la liberalización de las drogas en lugar del control y penalización que hoy por hoy no permite que en países como Suecia penetre la cocaína por ejemplo sembrando muerte y dolor)
En ese contexto, el presidente Evo Morales tiene sólidos argumentos para asumir un rol protagónico en el debate global que ya se ve venir. (Crítica. Me deja alarmado el aliciente que Los Tiempos ofrece a Morales con éste último párrafo, como felicitándolo por sus "sólidos argumentos", cuáles: la proliferación de los cocaleros y la mayor producción de cocaína?)
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