William Rosales Suárez lleva una semana secuestrado, aparentemente, por una banda de narcotraficantes de Colombia que lo tendría en Paraguay. Su oscura historia da la vuelta al mundo y Bolivia aparece involucrada porque el rapto de éste que sería un ‘pez gordo’ del narcotráfico se produjo en San Ramón, departamento de Santa Cruz. ¿Qué pasa en San Ramón? Lo mismo que en muchas poblaciones fronterizas: se ha convertido en refugio de delincuentes.
El Estado, a través de escuálidas instituciones, somete a los habitantes de estos lugares a una lacerante orfandad; así, la ley brilla por su ausencia y el libertinaje se multiplica. Y cuando la droga ocupa un territorio —como San Ramón— difícilmente lo deja.
Las investigaciones del caso Rosales apuntan a la existencia de mafias que pugnan por el control territorial del narcotráfico. ¿Esto sorprende a alguien?, ¿el Gobierno no lo sabía? ¿Y sus antecesores? En los 80, durante la dictadura de Luis García Meza, no sólo lo sabían sino que lo socapaban, y hasta participaban del negocio. ¿A ese punto queremos llegar? Que efectivos policiales estarían involucrados… tampoco es novedad.
Si el problema ha vuelto a la palestra, sirve como recordatorio: el narcotráfico nunca estuvo controlado; simplemente, operaba en silencio, movía billetes grandes y, con una parte de éstos, compraba conciencias. Así actuó siempre, así actúa hasta hoy. ¿Cuántos ‘peces gordos’ cayeron en los últimos años?
La violencia es, por otro lado, parte indisoluble del narcotráfico. Seis muertos se ha cobrado la matanza de San Ramón, un ajuste de cuentas. Y, por los reportajes periodísticos del pasado lustro, cuántos más habrán dejado sus vidas en los montes sin que nadie se enterara.
El narcotráfico campea y no sólo en las fronteras. Lo de San Ramón es una muestra de la atomización de esta actividad ilícita en el país.
Una fuente relacionada con el caso Rosales confió hace poco a La Razón que lo ocurrido era sólo “la punta del ovillo”. Con urgencia, el Gobierno debe replantear ya su política de lucha contra el narcotráfico. Está visto que el actual enfoque de control de la producción de coca (siendo juez y parte) e industrialización (que nunca termina de despegar), es insuficiente. Hace falta más compromiso, fortalecimiento institucional y mejor coordinación para el combate de la droga y sus nexos nacionales e internacionales.
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