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lunes, 17 de mayo de 2010

algo tiene que hacer el Gobierno. sostiene El Deber. la drogadicción aumenta dramáticamente afecta a chicos, jóvenes y adultos.


Droga y drogadicción
Marcelo Rivero
Cada que leo noticias vinculadas a la fabricación y tráfico de cocaína -algo que es casi a diario-, pienso que Bolivia ya llegó al punto máximo de tan ilícitas actividades. Que después del último hallazgo de un laboratorio o de la más reciente interceptación de un cargamento de 150 kilos de droga, el asunto irá disminuyendo, primero porque el organismo policial encargado de la lucha contra el narcotráfico cumplirá su objetivo en un ciento por ciento y luego porque los implicados se darán cuenta de los riesgos que corren y escarmentarán. Chasco total, en cuestión de pocas horas vuelve la cruda realidad con nuevos descubrimientos de factorías que elaboran el alucinógeno en enormes cantidades, con detenciones de traficantes, cómplices y sospechosos, además de las incautaciones que se verifican en un aeropuerto, en una vía terrestre, en la frontera, en el campo, en pueblos y ciudades de todo el país, con un agravante: ya no se trata de 500 gramos, de cinco, de diez kilos del alcaloide, ahora la cosa es de 100 kilos para arriba. Y para rematar, aumentaron las muertes de implicados en el sucio negocio, ya sea por ajuste de cuentas entre ellos, porque así como hay bandas que las van, también existen las que rivalizan a sangre y fuego, y finalmente porque chocan con fuerzas policiales.
Vivimos en permanente inquietud, es más, a punto de zozobrar como pueblo y como país merced a la inestabilidad política, a la falta de empleos, a la crisis económica que se agudiza a medida que transcurre el tiempo y que deriva en más pobreza, en rudo contraste con las promesas del masismo que antes de asumir el poder ya afirmaba que daría trabajo, seguridad, sustancial mejora de las condiciones de vida... Nada de eso se ve, lo que se ve y se sufre es esa inquietud y zozobra, que se convierten en horror cuando en un punto del vecindario el tiroteo sangriento deja sus víctimas fatales, o cuando en las terminales aéreas y terrestres empiezan los correteos porque hay ‘cacería’ de narcos o de sus ‘mulas’.
Algo tiene que hacer el Gobierno en tan crucial asunto que ha estigmatizado más a Bolivia en los últimos años, pero por sobre todo porque la drogadicción en el país aumenta dramáticamente afectando a chicos, jóvenes y adultos, que por diversas razones caen en el vicio y se multiplican por la abundancia del estupefaciente que se lo encuentra en todas direcciones y al alcance de todos los bolsillos. Este es el otro gran problema, los drogadictos, de los que el Estado se preocupa poco y nada siendo que pueden ser un capital humano quizás valiosísimo.
Algo más que echarles la culpa a los gringos debe hacer el Gobierno para combatir semejantes flagelos: fabricación, tráfico y consumo de cocaína. Ya que repudió a la DEA, que busque una fórmula salvadora antes de que todos sucumbamos a la tragedia. Si nada puede hacer para que los cocaleros detengan el crecimiento de sus cultivos, al menos que no le vendan la hoja ‘milagrosa’ a los fabricantes que tienen su laboratorio en el monte cercano, o al camionero que la lleva a las selvas de la Chiquitania o a los chaparrales del Chaco, donde la convertirán en la maldita cocaína.

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