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sábado, 16 de mayo de 2009

artículo publicado en Los Tiempos en diciembre del 2002, tiene un increíble valor de actualidad cuando los de abajo están hoy arriba apelando de nuevo


La confrontación como arma política
Mauricio Aira

Desde Europa vemos el actual panorama político boliviano como un campo de batalla entre los de abajo contra los de arriba, entre opositores y oficialistas. Vemos un pueblo enfrentándose consigo mismo, es decir preparando su autodestrucción, lo cual resulta incomprensible.
El artículo reproducido fue escrito por el autor en diciembre del 2002 cuando arreciaba la subversión, cambiando los actores los entonces de abajo ahora arriba, la invocación es totalmente válida

Toda esa parafernalia de preparativos entre los sectores protestarios y la fijación de planes y estrategias para enfrentar al Gobierno resulta incongruente. Se trata acaso de rasismo, de una clase que explota y otra que es sojuzgada? Subsiste un mar de incomprensión y descontento que los lectores no alcanzamos a entender?

Nos viene a la memoria la intervención de Alcides Arguedas en 1917, diputado que defendía a raja tabla la libertad de prensa en el Parlamento quién no obstante mostraba una profunda admiración por las sociedades que acatan las garantías individuales, respetan la dignidad humana, la legitimidad de los poderes constitucionales, a la par que proclamaba que la salud moral del pueblo se basa en la integridad de pensamiento de sus líderes, sin negar que el derecho absoluto resulta inexistente. “El individuo reclama para sí el uso pleno de sus derechos a los que se opone solamente la conservación del orden social”.

Entonces como hoy existe carencia de veracidad, circunspección, honradez profunda en la mayoría de nuestros líderes, ahítos de poder, a los que el sacrosanto interés de la Patria interesa un bledo. No hay distinción entre Estado y Gobierno, entre partidos gobernantes y la permanente e inalterable existencia de la Nación. Es más, se asume que los grandes males de la sociedad: despilfarros, compadreríos, las mentiras piadosas, los negociados, la politiquería baja y egoísta y la relajación y el abatimiento van a desaparecer si hay un cambio de timón, que las razones que retardan en decenios el progreso de Bolivia, se van a esfumar si se sustituye a Goni por Evo, lo cual es una utopía, un absurdo mayor.

En el forcejeo cuyo inicio se anuncia con bombos y platillos habrá un sólo perdedor y éste se llama Bolivia. Qué se pretende con tales aprestos, acaso un cambio de Gobierno? Nos olvidamos que nos rige una Constitución y que la cancha está rayada y que se está jugando el partido? Pongámonos hipotéticamente en el escenario post convulsivo. El país ha sido paralizado, no hay producción, ni escuelas ni fábricas que funcionen. El Ejército ha tomado calles y carreteras, los agitadores han sido detenidos y sus mujeres realizan las consabidas huelgas de hambre, la Iglesia eterna mediadora en los conflictos busca la excarcelación de cientos de personas, y el resarcimiento de los danos. Las actividades parlamentarias se han interrumpido y no son pocas las voces que claman por un gobierno de excepción. La pregunta es si el enfrentamiento pretende conducir a Bolivia a tales extremos.

Pensamos acaso que la confrontación es la solución? Que la via expedita sigue siendo el diálogo sujeto a sus propias reglas. Pedir hasta donde se pueda conceder. Negociar dando algo a cambio, no simplemente pretendiendo ventajas. Pensando en las tremendas limitaciones de nuestra pobreza, de un presupuesto tan austero que consigna sólo lo más elemental.

Recordemos que la filosofía de vida elemental nos debiera conducir al aprovechamiento de nuestra fortaleza para concentrar energías físicas y mentales y desarrollar proyectos positivos reconociendo al mismo tiempo nuestras debilidades y tratando de superarlas. Que el modelo es malo? Dónde hay otro mejor? Que la erradicación de la coca no es conveniente? Propongan una alternativa viable, auténtica y sincera. No le hagamos más dano a Bolivia buscando infructuosas confrontaciones.

Gotemburgo, Domingo, 29 de Diciembre de 2002

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