Nuestro lector no encontrará en ningún otro medio los textos que insertamos del medular análisis de los juegos de ajedrez a que nos tiene sometidos la CIA y el poder imperial. Por ello, sometemos a su imparcial consideración este texto:
Tanto la Casa Blanca como la "oposición" demócrata" siempre han acusado al dictador de Pakistán, general Pervez Musharraf, de tolerar "elementos" en el ejército y en los servicios de inteligencia que mantienen vínculos ideológicos y estratégicos con militantes islámicos "extremistas".
Paradojalmente, luego del 11-S y de la invasión norteamericana a Afganistán, Washington comenzó a considerar el noroeste pakistaní, en la frontera con Afganistán, como el principal "refugio de terroristas del mundo".
En ese escenario (sólo explicado por el "doble juego" y la política de "tercerización terrorista" de la CIA con los grupos islámicos) la política esquizofrénica del presidente Pervez Musharraf (adherir a la "guerra contraterrorista" de Bush y a la vez mantener una relación de aprovechamiento político con el movimiento islamista afgano Talibán y con la red "terrorista" Al Qaeda) pasó a ser severamente cuestionada en Washington.
Según la cadena británica BBC, en Washington argumentan que el gobierno de Musharraf sigue protegiendo sus conexiones "terroristas" dentro de los servicios de seguridad, sin cuya complicidad los militantes en la Mezquita Roja no hubieran podido aprovisionarse de armas para combatir durante más de una semana.
El martes, Pakistán respondió a las amenazas hechas el domingo por los dos más altos funcionarios estadounidenses de inteligencia sobre una posible intervención militar en el país centroasiático, al señalar que cualquier acción militar de Washington en suelo paquistaní sería "peligrosa e irresponsable".
Las diferencias del gobierno de Pakistán con EEUU fueron reafirmadas el martes por el vocero de la Casa Blanca, Tony Snow, quien dijo que "siempre hemos mantenido la opción de atacar objetivos ajusticiables".
Snow señaló que aunque "se planteó la noción" de que "de alguna forma invadiríamos Pakistán", también "estamos conscientes de que Pakistán es un gobierno soberano y un importante actor en la guerra contra el terrorismo".
En los últimos días el ejército pakistaní dijo haber matado al "comandante talibán", Abdulah Mehsud, quien fuera liberado de la cárcel de Guantánamo luego, según la versión oficial, de pactar un acuerdo con la CIA para desestabilizar al gobierno de Musharraf en Pakistán.
Por su parte, los medios paquistaníes más críticos con la alianza entre Musharraf y Bush sostuvieron que la puesta en libertad de Mehsud en Guantánamo, formaba parte de "un pacto" entre la CIA y los talibanes para evitar nuevos ataques "terroristas" en suelo estadounidense.
Joven, mutilado, con el pelo largo a lo Che Guevara, con experiencia en la guerra afgana y en la base de Guantánamo, el mito de Abdulah fue creciendo y se había convertido en una especie de héroe muy popular entre los jóvenes extremistas islámicos.
Pese a sus treinta y dos años, Abdulah Mehsud era uno de los grandes comandantes talibanes en activo y su muerte supone el primer "gran éxito" de la "guerra contraterrorista" lanzada por el presidente Musharraf para acabar con el extremismo islamista, luego de la masacre en la Mezquita Roja.
Para la cadena BBC, la masacre del ejército pakistaní en la Mezquita Roja, indica que el gobierno de Musharraf ha decidido romper su política de equilibrio con el "terrorismo islámico" en función de mantener el poder garantizado por su alianza estratégica con Washington.
Según algunos corresponsales en la capital pakistaní circulan versiones que apuntan también a un intento por parte del presidente Musharraf de adelantarse a una especie de "golpe de mano" que estarían preparando diferentes sectores del país para justificar una intervención de EEUU en Pakistán.
En la teoría oficial de Musharraf y su gobierno -recogida por los medios locales- el levantamiento en la Mezquita Roja fue promovida por "terroristas" de la yihad islámica en alianza con los talibanes para detonar un baño de sangre por todo el país que justifique una intervención estadounidense como en Afganistán.
Eso explicaría -según la versión oficial- porqué esos grupos han decidido romper los acuerdos de paz que mantenían con el gobierno central en las zonas tribales del país lanzando oleadas de ataques suicidas contra el ejército en las citadas regiones, que ya han superado los 300 muertos en dos semanas.
Los tanques de pensamiento conservador en EEUU señalan que los acuerdos que logró el gobierno de Musharraf en 2004 y 2006 con los grupo pro-talibanes en las provincias fronterizas Waziristán del Sur y del Norte ayudaron al movimiento islamista afgano a crecer en número de combatientes y en capacidad logística.
La periodista Carlotta Gall, corresponsal del diario The New York Times, que visitó la frontera afgano-pakistaní en enero, descubrió "señales de que las autoridades de Pakistán fomentan a los insurgentes, si no los auspician".
En las provincias pakistaníes fronterizas con Afganistán abundan las madrassas (escuelas islámicas), de donde surgen combatientes musulmanes. El número de partidarios del terrorismo islámico en Pakistán se estima en cientos de miles, señaló la corresponsal.
Cabe recordar que Musharraf ayudó al partido Jammat-e-Islami, que tuvo en el pasado supuestos "vínculos con Al Qaeda", y a otros cinco grupos musulmanes aliados a ganar las elecciones regionales de octubre de 2002 en las provincias fronterizas con Afganistán.
Los que sostienen -desde diversas tribunas- que la CIA pactó con un sector talibán para desestabilizar y derrocar a Musharraf y justificar la intervención militar en Pakistán, también señalan que las acciones contra el gobierno paquistaní comenzaron antes de las acciones en la Mezquita Roja.
En febrero pasado, el vicepresidente Dick Cheney visitó Islamabad acompañado del vicedirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Stephen R. Kappes, luego de que funcionarios estadounidenses no identificados dijeran al periódico The Washington Post que tenían evidencias de que campamentos de Al Qaeda en Pakistán estaban entrenando a combatientes islámicos.
Horas después de trascender que Cheney advirtió con suspender la asistencia a Pakistán si Islamabad no actuaba decididamente contra Al Qaeda, el gobierno de Musharraf divulgó un comunicado subrayando que "Pakistán no acepta los dictados de nadie".
Según algunos analistas estadounidenses allí comenzó el proceso que culminaría con un plan y un pacto con la yihad y los talibanes para derrocar a Musharraf e intervenir en Pakistán.
El núcleo central de ese plan buscaría derrocar al general Musharraf (que ya no resulta confiable a Washington) e instalar en el país una versión pakistaní de "guerra civil" con represión y persecución de grupos islámicos vinculados a Al Qaeda y a la red Talibán que actúa contra la OTAN y EEUU en Afganistán.
En esa orientación se estarían moviendo desde hace unos meses Cheney y los halcones de la Casa Blanca, además de las usinas mediáticas y "tanques de pensamiento" ultraconservadores de Washington.
Es la misma versión que, por otros canales, está difundiendo el gobierno de Musharraf para justificar sus denuncias sobre un plan de intervención militar de EEUU en Pakistán.
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