El presidente Bush está en dificultades por la presión que viene sufriendo para poner fin a la guerra. Ahora tiene al frente a una opinión pública creciente (70% opina en su contra), todo el Partido Demócrata y por si fuera poco, una mayoría de los propios, o sea los Republicanos. Vladimir Simorov ha publicado un extenso informe en la bien documentada red Voltairenet, cuyas conclusiones reproducimos:
Los senadores apostatas ya no se limitan a someter a críticas en público a la Casa Blanca. Estamparon sus firmas al pie del proyecto de ley elaborado por dos partidos y que estipula cumplir 79 recomendaciones sobre Iraq, contenidas en el informe preparado por la comisión independiente con el ex secretario de Estado, James Baker, al frente. El sentido general de estas recomendaciones se reduce a lo siguiente: EEUU debe renunciar a la tarea de estabilizar la situación en Iraq, encomendándola a las autoridades iraquíes. Esto abonaría el terreno para trasladar las tropas norteamericanas a varias bases situadas lejos de las ciudades iraquíes. Una vez acantonadas en estas bases, podrían centrarse en la lucha con Al-Qaeda, la protección de las fronteras iraquíes y el adiestramiento de las Fuerzas Armadas de este país. Y más tarde, retirarse de Iraq.
En la élite política de EEUU esto dio en llamar el "Plan B". Es de suponer que George Bush quedó perplejo cuando The Wall Street Jorurnal comunicó hace días que también el secretario de Defensa Robert Gates secunda el "Plan B". En opinión del titular, para el Gobierno iraquí no tiene sentido preocuparse por la seguridad, mientras de ésta se ocupen las tropas de EEUU y de la coalición. De ser así, hay que reducirlas.
Tal vez, Gates tenga razón. ¿Pero no descarta el titular que tal reducción pueda impulsar la movilización no sólo del Gobierno iraquí sino también de los terroristas?
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