El prestigiado rotativo La Nación de Bs. As. publica como Editorial I, el siguiente análisis de extrema gravedad:
Un episodio de tránsito, común y fortuito, permitió no sólo descubrir lo que constituye el mayor cargamento de cocaína secuestrado hasta ahora en la ciudad de Buenos Aires, sino también hacer evidente la facilidad operativa con la que se mueven los diferentes eslabones de la cadena del narcotráfico en la Argentina. El hecho ocurrió hace unos diez días en una calle de Parque Avellaneda, cuando, a raíz de un choque entre un automóvil y una camioneta, el personal de un patrullero de la comisaría 40» descubrió en el primero de los vehículos 173 kilos de cocaína de máxima pureza, guardados en varios bolsos deportivos. El conductor que transportaba la droga resultó ser de nacionalidad peruana, domiciliado muy cerca de la Villa 1-11-14, en el Bajo Flores, donde ya se había descubierto una intensa actividad de narcotraficantes, algunos de ellos vinculados directamente al grupo guerrillero de Perú Sendero Luminoso. Cabe recordar al respecto el amplio operativo realizado en mayo último por casi 450 efectivos de Gendarmería Nacional que culminó con 17 allanamientos y la detención de 20 personas, entre ellas algunas vinculadas a asesinatos cometidos en el marco de una disputa entre bandas de narcotraficantes en busca de un liderazgo que les garantizara el control total de este negocio. El ciudadano peruano detenido manifestó, en el interrogatorio judicial, que trabaja para la remisería Santa Rosa de Lima, que es una de las tres que están siendo investigadas por la justicia federal como parte de la organización de narcotraficantes peruanos que viven en la mencionada villa. Los asentamientos urbanos precarios son, lamentablemente, los lugares ideales para las organizaciones dedicadas al narcotráfico y sus planes de expansión. Por ejemplo, muchas de las favelas de Río de Janeiro y de San Pablo se han transformado en territorio liberado para los narcos, y los enfrentamientos de éstas con las fuerzas del Estado, que buscan reimplantar el orden y la seguridad pública, han sido los más violentos y perturbadores de los últimos tiempos. En San Pablo, ha quedado fehacientemente probado que el crimen organizado no sólo se dedica a las drogas, sino también al contrabando, secuestros, robos en gran escala, juego ilegal, grupos de exterminio y tráfico de todo tipo (órganos, prostitución, niños). En Río de Janeiro, la situación es distinta, porque existe una guerra declarada por el actual gobernador, Sergio Cabral, contra el narcotráfico enquistado en las favelas, guerra que comenzó oficialmente en mayo último y ya ocasionó alrededor de 50 muertos y más de 70 heridos. Cabral es el primer gobernador que abiertamente habla de guerra y que se ha propuesto confrontar al narcotráfico con acciones ostensibles. Pero, por el momento, no ha logrado "vencer" a las bandas de narcos asentadas en las favelas del Alemão, principal centro de distribución de drogas de la ciudad. Tampoco México es ajeno a esta lucha sin cuartel contra el crimen organizado. Su presidente, Felipe Calderón, adoptó una trascendental decisión al declararle la guerra frontal al narcotráfico. Para llevar a cabo esa tarea pidió apoyo a partidos políticos, gobiernos locales y municipales, y a miembros de los distintos credos y de la sociedad civil, porque, subrayó, "es una causa que está por encima de cualquiera de nosotros y es de interés superior para la nación". Es por todo lo indicado que el episodio de Parque Avellaneda ocurrido en nuestro país causa tanta preocupación. Porque un descubrimiento como el mencionado fue más fruto del azar que un natural resultado de la acción conjunta de las agencias estatales dedicadas a investigar el narcotráfico. Este flagelo mundial ha comenzado a penetrar peligrosamente en la sociedad argentina, y el territorio de nuestro país está siendo utilizado por bandas mafiosas como un trampolín para pasar las drogas a otros países. El tráfico de sustancias estupefacientes al exterior ha crecido considerablemente y la experiencia internacional demuestra que cuando el tráfico de drogas aumenta el consumo sigue el mismo camino. La gravedad del problema no admite demoras en las múltiples respuestas que se requieren. Además de las cuestiones sociales pendientes -especialmente para aquellos que habitan asentamientos precarios, en lo que se refiere a vivienda, salud, educación, etcétera-, deberán encararse todas las que hacen también a la seguridad pública y dependen igualmente del Estado nacional. Habrá que determinar si existen complicidades o deficiencias en el desempeño de las fuerzas de seguridad o si las decisiones judiciales se ajustan a derecho. Asimismo, deberán controlarse adecuadamente las fronteras y el ingreso de personas y establecerse políticas públicas en el campo de la prevención, ya que las organizaciones del narcotráfico siempre se aprovechan de las vulnerabilidades que presenta el conjunto de medidas y acciones adoptadas por el Estado para combatirlas. Si la sociedad argentina no quiere sufrir en pocos años los gravísimos problemas que hoy aquejan a países como Brasil y México, donde los carteles de la droga desafían abiertamente al Estado, hoy mismo deberemos comenzar a implementar las medidas necesarias, antes de que sea demasiado tarde.
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