propagandistas del acullicu. coca yungeña, la otra para la cocaína |
En la República de Veja, “ningún reportaje es realizado con base en una sola fuente de información”. Así lo garantiza su Código de Ética Periodística. Ello explica que en su más reciente nota (hay varias) sobre Bolivia: “La República de la cocaína”, tenga no una, sino dos fuentes: el agente encubierto “Carlos” y el policía “apodado Confucio”. Con esa doble palabra Veja afirma categóricamente que hay “evidencias de la complicidad del Gobierno boliviano con el narcotráfico”. El “reportaje” no incluye, por supuesto, la versión de ninguna autoridad de dicho Gobierno.
Ahora bien. Un requisito ineludible para que una información sea tomada en serio, “a pesar de la estatura moral del informante” (sic), es que sea “verdadera y verificable”, dice el citado Código. Por ello la revista toma con mucha seriedad los informes de “una unidad de Inteligencia de la Policía boliviana” a los que tuvo acceso. ¿Cómo verificó la autenticidad, si acaso, de tales “documentos”? Mediante el testimonio de “agentes que simpatizan con la administración Morales”. ¿Agentes leales al presidente Evo? Claro, en particular… ¡el agente Confucio y sigue. En la República de Veja “todas las informaciones son comprobadas, contextualizadas y comparadas (…) con rigurosos mecanismos de filtro”. No de otra forma se entiende que la revista brasileña “revele” la existencia de una “conexión directa” entre “el segundo hombre más poderoso de la República”, Juan Ramón Quintana, y el narcotraficante Max (Maximiliano Dorado Munhoz Filho). ¿De qué modo comprobó, rigurosamente, tan estrecha conexión? Con “documentos filtrados” en los que figura como prueba el relato... ¡del agente Carlos!
Veamos tal relato. El 18 de noviembre de 2010, los policías que vigilaban el inmueble del narcotraficante brasileño en un barrio de Santa Cruz presenciaron una “escena extravagante”: Quintana, entonces director de Ademaf, y “la famosa” Jéssica Jordan “entraron en la casa de Max con la manos vacías y salieron 20 minutos después con dos maletines”. Los filtros de la revista no detectaron algo más extravagante: ese día la aludida Jordan —según informa El Deber de la fecha— estaba en los actos del 168 aniversario del Beni. No se ha podido encontrar al agente Carlos para esclarecer el hecho. Veja tendrá que cambiar la fecha.
Pero hay otros “develamientos” por cuenta de Veja. El primero es que fábricas de cocaína, “que hasta el momento no existían en Bolivia, comenzaron a aparecer por centenares”. El otro es que hoy operan en Bolivia cárteles colombianos, mexicanos y el brasileño PCC (Primer Comando de la Capital). Y el tercero es que el padre del vicepresidente García Linera recibió un departamento en Santa Cruz “a cambio de protección para que despeguen determinados aviones” (sic). Qué tal. ¿Cuál es la fuente de tan colosal “información”? La evidencia, en honor a la confiabilidad de la República de Veja, proviene esta vez de “algunos narcotraficantes colombianos”... ¡citados por Carlos y Confucio!
Ahora bien. Hay que reconocer que Veja es audaz en el ejercicio del oficio “periodístico” y, fiel a su conocida tradición e intereses, sabe cuándo y con qué intenciones publicar cosas. Según la propia revista, los “informes de Inteligencia” que sustentan su nota sobre Bolivia ya habían sido filtrados por un político del MAS, “a la prensa boliviana y norteamericana”. Por algún motivo (quizás porque no tienen el Código Ético de Veja), ninguno de esos medios decidió publicarlos ni, menos, utilizarlos como fuente para declarar que Bolivia es una “República de la cocaína”.
Lo que sí hicieron algunos medios “independientes” del país es difundir como cierta e irrefutable la “revelación” de la “prestigiosa” Veja. No faltó algún verde que, al amparo de la “contundente investigación periodística” (sic) (o sea Carlos y Confucio glorificados), dio el siguiente paso: “Secretos del Narco-Estado”. Ahora falta que el buen Cala de CNN entreviste al “analista” Sánchez Berzaín para comprobar que “los “gobiernos bolivarianos están ligados al narcotráfico”. Algo huele mal en la República de Veja.
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