La doctrina de la Seguridad Nacional aplicada por los gobiernos militares en las décadas de los '70 y '80, ya ha sido suficientemente rebatida, revisada y sancionada por quienes fueron víctimas de una política que, innegablemente, impulsaba Estados Unidos. Por entonces el enemigo en la mayoría de las naciones del continente era el comunismo, la izquierda radical. Ardía la Guerra Fría y los militares al sur del Río Grande sabían que había que enfrentar al enemigo común – los pro soviéticos, cubanos o chinos – o tenían que desmontar de sus cabalgaduras, colgar sus sables, e irse a sus casas. El Tío Sam no se andaba con vueltas para castigar a los desobedientes.
Ahora que la Guerra Fría ya se ha superado – aunque las guerras calientes proliferan – la doctrina de Seguridad Nacional está archivada, reducida a polvorientos expedientes de subversivos, guardados en algún cuartel. Ya no preocupa para nada la izquierda, ni Rusia, Cuba o China. Muchos murieron inútilmente convencidos de una causa que fracasó. La posibilidad de guerrillas o terrorismo urbano no cuenta, salvo en la sufrida y heroica Colombia, que, como algunos diabéticos, ha aprendido a convivir con la enfermedad, sufriendo lo menos posible.
Una política de Seguridad Nacional es la que debe aplicarse ahora contra el narcotráfico. Mucho más grande que el pavor rojo de hace unas décadas, es hoy el pavor blanco de la cocaína. La diferencia entre ambas cosas es abismal, porque una cosa era para el Estado combatir contra grupos de idealistas que podían estar extraviados en su búsqueda del “hombre nuevo”, y otra muy distinta enfrentar a negociantes del crimen, a aquellos que hacen fortunas inmensas a costa de envenenar a todos, dispuestos a matar sin ningún miramiento. Muchos más muertos ha habido en Bolivia por mano de narcotraficantes en sus ganstériles ajustes de cuentas, que lo hecho por los “subversivos” que luchaban errados por crear aquellos míticos cien Viet Nam en Latinoamérica.
Ahora sí que, con la producción de droga, Bolivia está amenazada de verdad. Con la diferencia de que no existen unas Fuerzas Armadas que defiendan al Estado. Es más, con unas FFAA acobardadas, con mandos escépticos, sumisos, sin norte, prescindentes de lo que acontece en el país. En esas condiciones, frente a una Policía escasa en medios y desacreditada, los narcotraficantes han encontrado su Paraíso. A tal extremo se imponen los cárteles narcotraficantes en nuestro país que ya causan una inmensa alarma en el vecindario. Una alarma muy peligrosa para Bolivia porque nos ubica a un paso de la interdicción mundial. Ojo que es mejor que nos comparen con Haití por pobres, que con Somalia por pillos.
Eso de que naciones vecinas como Brasil, Paraguay y Argentina desplacen efectivos militares a nuestra frontera o se preparen para derribar aviones sospechosos que salgan de Bolivia es el colmo; que Chile, sin avisar a S.E. por razones más que obvias, capture a un alto jefe policial narcotraficante y que, entre sus prioridades, esté vigilar su frontera con nuestro país para detener el veneno blanco, raya en el bochorno; que las mafias peruanas de la cocaína tengan a Bolivia como puente de paso hacia otras naciones, sonroja. ¿En qué nos estamos convirtiendo? ¿Es que la hoja sagrada nos va a mandar al infierno? Alguien tuvo el talento de definir al Estado Plurinacional en dos palabras: “Estado forajido”.
¡Qué error el que cometió el presidente Lula cuando vino al Chapare! Brasil todavía dependía del gas boliviano y por eso, seguramente, Lula llegó al extremo de aceptar hasta floripondios de coca en el pescuezo, cuando él sabía que en las favelas cariocas se asesinaba decenas de personas diariamente por disputarse la cocaína boliviana. Eso ya no lo haría de ninguna manera la señora Rouseff. Ni lo hubiera hecho tampoco José Serra, quien dijo que la carretera del Chapare al Beni sería la “rodovía de la cocaína”. Ahora miles de soldados brasileños observan la frontera boliviana, pero con una particularidad: con mira telescópica.
Este país está frito. Al paso que vamos nos espera el infierno. S.E. no quiere firmar el acuerdo con EEUU y Brasil para combatir el narcotráfico. Siempre encuentra pelos en la leche. En el fondo, S.E. teme disgustar a los cocaleros. ¿Qué irá a tratar la “cumbre borrascosa” que promueve el gobierno en Cochabamba? ¿Les preocupará intentar una política de Seguridad Nacional contra los narcos? ¿O el propósito será seguir expandiendo los cultivos de coca hasta engullirse el TIPNIS? Porque en Santa Cruz, por ejemplo, ya nos han copado todo Yapacaní y la reserva forestal del Choré. Es una plaga bíblica la que existe. Y algo que es inquietante, además: el gobierno restringe la exportación del granulado blanco, limpio y dulce que es el azúcar, pero no hace nada por restringir el polvito blanco y amargo que es la cocaína. Así sobrevivimos.
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