Mientras el Presidente del Estado Plurinacional va y viene en su costosa ‘herramienta de trabajo volante’, las Fuerzas Armadas están ocupadas en entrenar militarmente a civiles dizque para ‘contingencias nacionales y la defensa de la patria’ y la Policía se ve con frecuencia en figurillas para encarar la lucha contra el mal, el narcotráfico sigue fortaleciéndose y dando muestras de su arrollador avance en Bolivia. Es así que el espacio aéreo nacional parece haberse convertido en el último tiempo en la ruta alternativa y preferencial de los ‘narcos’ para transportar, por dentro y más allá de las fronteras de la patria, la droga que llega de paso o que se produce en cantidades industriales en el país, donde la elaboración y el tráfico de cocaína se han convertido para mucha gente en una creciente y muy lucrativa ‘actividad productiva’. Se dice que hoy en día el narcotráfico en Bolivia supera en sus registros y efectos el auge alcanzado en la década de los 80 del siglo pasado, al que solamente puso freno la muerte del destacado científico Noel Kempff Mercado a manos de sicarios. Entonces eran conocidos y contados los ‘peces gordos’. Ahora, por la ‘democratización’ y expansión del ilícito negocio ya puede hablarse de un cardumen…
Casi no pasa día sin que en el departamento de Santa Cruz -convertido en epicentro del narcotráfico- se descubra una moderna factoría en plena producción o toneladas de la droga listas para su comercialización, tal como se registró el pasado fin de semana cuando las fuerzas especiales se incautaron de cerca de mil kilos de cocaína.
Pero acaso lo más novedoso del ‘narcoauge’ que se registra por estos tiempos y que acaba de reconocer el propio Gobierno central, sea el medio de transporte que están empleando los narcos. La vía aérea parece haberse convertido en la mejor, más rápida y más segura opción para transportar la mercancía de un punto a otro, utilizando en la mayoría de los casos pistas clandestinas habilitadas en el vasto territorio departamental.
En menos de dos semanas, fue reportada en Santa Cruz la caída de tres avionetas. Una de ellas, con uso para tareas de fumigación, incluso había sido reacondicionada para cargar la droga en un depósito adicional al del combustible. Una oportuna acción antidroga hizo abortar la operación y permitió la captura del piloto de la nave y de sus ayudantes, además de la incautación de una importante carga de cocaína. En los días precedentes, otra pequeña aeronave de supuesta matrícula brasileña y que aparentemente tuvo que efectuar un aterrizaje forzoso cuando debía recoger un alijo de droga, fue incinerada junto a un cañaveral del norte cruceño, buscándose eliminar todo indicio que contribuyera a identificar su ‘plan de vuelo’ y a sus tripulantes.
Ante los recientes episodios, la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (Felcn) ha admitido sus ‘debilidades’ para vigilar el espacio aéreo, tarea imposible de cumplir sin el material de vuelo necesario y el apoyo de un sistema de radares que permita controlar con mayor eficacia el tráfico aéreo civil que, particularmente, se ha incrementado de modo considerable en los últimos años, según los datos oficiales.
Sin aviones ni radares para tareas de vigilancia y seguimiento, es posible concluir que el desprotegido espacio aéreo de Bolivia es un auténtico caos que aprovecha el narcotráfico para levantar vuelo y que la lucha contra aquel flagelo está en una más que evidente desventaja, tomando en cuenta las enormes limitaciones de las fuerzas para la represión.
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