San Fernando, Tamaulipas, norte de México. Setenta y dos cuerpos de personas indocumentadas yacen, algunos encima de otros, en la fosa de un rancho cercano a la frontera con EEUU. La región se ha convertido en caldo de cultivo de la delincuencia organizada y la imagen de estos inmigrantes no sorprende tanto en un ambiente dominado por el poder del narcotráfico.
Para la ONU, los asesinatos de los 72 inmigrantes reflejan “la crítica situación de los emigrantes en este país”. Y el ex visitador general de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Mauricio Farah, dice que “éste es el drama que viven día a día los migrantes que atraviesan el territorio mexicano hacia EEUU”.
Desde que el Gobierno mexicano les declaró la guerra a los cárteles de la droga, los crímenes no han dejado de ser noticia: 28.000 muertos en menos de cuatro años. El drama parece no tener fin y la preocupación mundial va en aumento. (Crónica publicada por La Razón de LP)
Con las ejecuciones de 58 hombres y 14 mujeres sin papeles que provenían de Brasil, Ecuador, El Salvador y Honduras, se reinstaló el debate inconcluso de la esperanza sin tregua de miles de latinos que anhelan mejores días en EEUU. Además, permitieron conocer más a fondo la modalidad del secuestro que vienen aplicando los narcos con el propósito de extorsionar a los familiares de los indocumentados.
El “sueño americano” no sólo se estrella contra la dificultad de cruzar la frontera; ahora también con la brutalidad de los cárteles del narcotráfico, que hace años que están embarcados en una disputa sanguinaria por ampliar su dominio territorial y, para ello, no tienen escrúpulos en utilizar a los más indefensos.
La foto incalificable de los latinos acribillados es una muestra de la crueldad de esta lucha sin cuartel. Por la dignidad de esos ciudadanos, se impone llevar adelante una investigación urgente y transparente, tal como lo han exigido varias de las principales organizaciones políticas y sociales del planeta.
Que este tipo de crímenes se cometa donde los narcos se mueven a sus anchas, o que el horror se convierta en moneda corriente, no significa que esto deba ser tolerado. Más aún, el Gobierno mexicano está llamado a cortar de raíz la impunidad con que el narcotráfico recibe apoyo de funcionarios estatales. La guerra declarada contra este enemigo interno atraviesa por su momento más crítico y demanda, con urgencia, la ayuda internacional.