Informes proporcionados por la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) dan cuenta que durante operativos realizados entre el 24 y 27 de septiembre en localidades rurales de Cochabamba, se descubrieron y destruyeron 19 fábricas de cocaína y también encontraron marihuana.
Este informe debe ser analizado desde dos ámbitos. Uno a partir del trabajo que desarrollan los policías antidroga y el otro, el número de las fábricas donde se produce cocaína e incluso las plantaciones de marihuana.
En el primer caso se tiene que destacar el trabajo de las fuerza antidroga porque los operativos que se cumplen periódicamente señalan que mediante inteligencia y recopilación de información correspondiente a estas labores, se registran las intervenciones a poblaciones rurales. Las recientes acciones se centraron en comunidades de la provincia Ayopaya de Cochabamba, todas alejadas de las capitales provinciales y de difícil acceso por las condiciones de caminos y de transitabilidad. El trabajo de la fuerza antidroga se desarrolla, según se conoce, en condiciones también complicadas por la hostilidad de grupos de comunarios que tienen controlada las zonas y que hacen de vigilantes para advertir sobre la presencia de los policías e incluso advertirles que no deben ingresar al sector mediante megáfonos.
En todas estas acciones, si bien se han destruido las fábricas, se ha decomisado droga, precursores y armas, pero no se ha logrado capturar a los cabecillas o a gente vinculada con la producción de cocaína ni a los cultivadores de marihuana.
El otro lado de estos operativos da a entender que la producción de cocaína se incrementa, principalmente en comunidades rurales alejadas, donde seguramente, bandas de narcotraficantes han observado estos sitios como propicios para desarrollar la ilícita actividad, por las condiciones geográficas de difícil acceso y también por las condiciones sociales de grupos poblaciones de escasos recursos económicos que se convierten en cómplices o actores principales del narcotráfico.
La complicidad de grupos de comunarios es un elemento que debe motivar la preocupación de las autoridades nacionales y de las que están encargadas de la lucha contra el narcotráfico, porque de pronto existe el riesgo, si es que no se ha registrado ya, de que poblaciones rurales sean copadas por el narcotráfico, porque la resistencia mostrada por campesinos a las acciones policiales, con el derribo de árboles en los caminos, las voces de amenaza a los policías y otras muestras de hostilidad, no dejan lugar a duda de que existe gente organizada en estas poblaciones y que ayudan al narcotráfico.
Si bien la policía antidroga realiza los esfuerzos necesarios para combatir al narcotráfico, estos esfuerzos quedan en el campo específico de la interdicción, porque no logra capturar a los cabecillas de las fábricas de producción de cocaína y a otras personas que están trabajando directamente con los narcotraficantes.
El número de fábricas descubiertas y destruidas, es un aspecto que llama la atención, pues si bien los operativos policiales muestran que se intensifican, el hecho también está en la proporcionalidad de estas acciones con la proliferación de los lugares donde se fabrica la droga. Ambos elementos y la ubicación y desplazamiento del narcotráfico a otras zonas, más allá del trópico cochabambino, añaden mayores preocupaciones.
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