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jueves, 8 de septiembre de 2011

Hasta México se ha desplazado la cocaína colombiana que copia los cuadros de desolación y crimen que provoca el ilícito sacrificando a los jóvenes en una lucha absurda, estúpida, sangrienta entre unos grupos contra otros



Argumentos inaceptables
Mauricio Aira

Ante el retorno del tema narcotráfico al debate mundial, la TV de Suecia destacó un equipo de reporteros a Colombia y México dos de los centros de febril actividad en el sucio negocio de la cocaína y los comunicadores hicieron un trabajo de penetración al interior de la producción de las hojas de coca, su maceración y obtención de pasta base para ingresar a la fase de refinación en clorhidrato de cocaína, “mercadería inapreciable” de consumo popular especialmente en los grandes mercados de Estados Unidos y Europa.
La investigación plenamente documentada no estuvo exenta de peligros especialmente cuando los reporteros se introducen en el corazón de la selva colombiana donde se produce la hoja de coca, y cuando reciben toda una lección de la forma de picar la coca, mezclarla con cal y hacerla macerar mezclándola con parafinas, diesel y otros carburantes. Es de suponer que los periodistas lograron convencer a los narcos para ser filmados y sus confesiones fueron registradas vez por vez sin dar lugar a equívoco alguno.
Cuando se filmaba el proceso de transformación de las mezclas en sulfato base, o esa pasta que servirá para su refinamiento y luego en producto terminado los periodistas formularon preguntas clave. ¿Por qué hacen ustedes esto? ¿No temen ustedes el castigo de la Ley y por tanto la prisión? Las respuestas son siempre las mismas, como aprendidas en un catecismo.
Hacemos esto porque somos pobres. Participamos de todo el proceso desde la cosecha de la coca hasta la puesta en el mercado de “la merca” el polvo blanco que envenena a multitudes, especialmente a la juventud, “esta es nuestra cultura”, “no somos consumidores porque conocemos que es un producto peligroso para la salud” y con el dinero que obtenemos de la droga, nos mantenemos y podemos sobrevivir. Educamos a nuestros hijos y construimos nuestras casas.
Las respuestas nos provocaron desazón, estupor, porque son exactamente las mismas que escuché en mi recorrido por El Chapare Tropical. Es más, cuando argumenté que su actividad era simplemente criminal porque significaba la muerte de miles de adictos por su efecto de crear hábito y reclamar una dosis cada vez mayor hasta provocar la muerte, la respuesta fue “y qué acaso son nuestros muertos”?  La réplica ha llegado estos días al gran público boliviano en forma de estadísticas incontrastables de estar en franco aumento el número de jóvenes estudiantes que consumen cocaína. “Nos sentimos bien y tenemos más ganas de estudiar” expresó el hijo de una pareja amiga. “Si uno se sabe medir, puede controlar el polvo blanco”, meses después nos enteramos que nuestros amigos habían perdido a su hijo único víctima de una sobredosis.
Las justificaciones de los traficantes ofrecidas a los periodistas suecos y las que nos dieron en Cochabamba, no pueden ser aceptadas. Para empezar no son los desocupados, ni son los pobres que fabrican cocaína en Bolivia, son ese sector en constante aumento “los narcotraficantes” insaciables, disconformes, porque no les basta poseer una casa o un vehículo, quieren diez casas, diez vehículos para cada uno de sus allegados y como la tierra se va empobreciendo y las cosechas ya no son tan frecuentes ni tan abundantes, avanzan hacia tierras vírgenes, donde nunca antes se produjo la hoja de coca y ello se constituye en una necesidad vital, de supervivencia, con el nuevo “status cocalero” de viajes en avión, de francachelas, de derroche lujurioso antes totalmente desconocido, y en angurria de poder, del poder total que incluye el control sobre los uniformados para asegurar que ningún foráneo penetrará su entorno “familiar”, se toman reservas y parques naturales.
Se explica entonces la conducta de éstos círculos concéntricos que no se detienen ante nada con tal de obtener sus fines, es decir la máxima libertad para sus “actividades industriales”, si hasta se crearon un partido político y se tomaron el poder. El documento mediático exhibido hace pocas horas nos brindó el espeluznante espectáculo de muerte y dominación que tiene por escenarios poblaciones mexicanas hasta donde se ha desplazado el mundo de la cocaína de la cada mes más restringida Colombia cocalera.


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