Cocaína en todo el país
Marcelo Rivero
Realmente es impresionante, monstruosa y alarmante la fabricación y tráfico de drogas, particularmente de cocaína, en Bolivia. Casi a diario son los informes de procedimientos policiales en los que se incauta el estupefaciente, se hacen hallazgos de fábricas y caen presos individuos dedicados a la ilegal actividad, unos como "industriales', otros como narcotraficantes propiamente dichos (siendo en ambos casos los menos porque los 'peces gordos' saben ponerse a buen recaudo) y la mayoría en calidad de cómplices, ya sea pisando coca o en tareas diversas en las factorías u oficiando de 'mulas', vale decir transportando la 'merca'. Tan extendidos están los tentáculos del narcotráfico que las factorías y los narcos pueden ser pillados en cualquier punto de la geografía nacional. Se acabaron los tiempos en que la cosa era en una buena parte del norte del país, en la capital cruceña y en Chapare. No señor, ahora los vinculados con la 'blanca' están en el otrora impenetrable Chaco, en remotas zonas rurales de Potosí y Oruro, en La Paz y en el punto fronterizo que fuere, lugares donde emplean los más inimaginables e ingeniosos recursos para camuflar sus actividades. Algunos caen en poder del organismo antidrogas, por eso las incautaciones de 50 kilos de cocaína, de 100, de 190, de 165 de 400 (sólo en los primeros días de mayo), y por eso los decomisos del alucinógeno en cuatro meses llegan casi a ocho toneladas. Súmese lo que consigue eludir los controles policiales, súmese el tráfico de marihuana, que ya es por cientos de toneladas para redondear el panorama de este negocio degradante, espantoso y nefasto.¿Qué hace el Gobierno ante todo esto? Ahí está enzarzado en discusiones y pleitos con los Estados Unidos sobre cuánta cocaína se produce en Bolivia y cuánta consumen los gringos, sobre si hay o no coca excedente, si ésta ya crece o no en los llanos, en los valles y en la puna, sobre la marcha de la lucha antidrogas. La consigna es no trabajar coordinadamente, sino tener líos con los 'imperialistas' en tema tan trascendental, sin que interese que los cocaleros aumenten sus cultivos y que ofrezcan su producto al mejor postor, que no es otro que el fabricante del estupefaciente y que suele ser a la vez el traficante. Qué le importa al Gobierno el daño creciente que causa a la nación esta ilícita actividad, qué le importa que sumen cientos, quizá miles, las familias que están metidas en ella y que tarde o temprano sufrirán las consecuencias -disgregación, apresamiento, muerte incluso-, qué le importa que el principal consumidor boliviano sea la gente joven que por distintos motivos es la que está más expuesta a las tentaciones de caer en la drogadicción. Nada le importa, a no ser tener otro frente de confrontación con los del imperio, como gusta decir el lenguaraz venezolano.
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