Existe una controversia en Bolivia acerca de si el llamado crimen organizado transnacional (COT), de procedencia colombiana, brasileña y mejicana, se ha instalado o no en nuestro país.
Por un lado, las autoridades nacionales han repetido hasta el cansancio que no se trata de multinacionales del narcotráfico, sino de bandas aisladas o, en último caso, de “emisarios” del COT.
En cambio, frente a la evidencia del crecimiento de la violencia, especialmente en Santa Cruz, otros piensan que sí existe una base operativa del COT dedicada al control de estupefacientes de los cuales Bolivia es fuente y ruta de tránsito (cocaína del Perú y marihuana del Paraguay).
Lo cierto es que cada día se tienen noticias de asesinatos y secuestros, de toneladas de droga incautada a lo largo y ancho del país, de fábricas de todo tamaño que surgen como hongos en los poblados más remotos y de avionetas capturadas junto a sus pilotos … automáticos.
Todo esto sucede en un contexto de lucha desigual de la Felcn contra el narcotráfico, de reducción sostenida y sin daños colaterales de los cultivos de hoja de coca, certificada incluso por la Oficina de las NNUU contra la Droga y el Delito (Unodc), y de acuerdos regionales de cooperación en esa lucha.
Puede parecer una paradoja que, cuanto más el Estado pelea contra las drogas, más violencia se percibe en el país. La explicación está en lo que los expertos llaman el “efecto cucaracha”: cuando se enciende la luz en una habitación infestada por cucarachas, éstas instintivamente se refugian en los rincones de la habitación, donde la luz es más tenue.
La mayoría de los países de la región han encendido hace tiempo las luces en su habitación. Estas luces son medidas represivas más enérgicas, radares y drones, controles financieros eficaces contra el lavado de dinero, seguimiento del recorrido de los precursores, labor profesional de inteligencia y formación de policías incorruptibles y sistema judicial probo, entre otros. En ese contexto, las “cucarachas” optan por refugiarse en otras habitaciones donde las luces no son aún tan intensas. Aparentemente las luces de la política antidroga de Bolivia no son muy eficientes si las cárceles están llenas de “mulas”, adictos y revendedores, pero no de peces gordos.
La misma metáfora puede aplicarse a la diversificación del crimen organizado. Sucede que, cuando las cucarachas ingresan a una habitación oscura, ahí se quedan para luego diversificar sus actividades de acuerdo con el tipo de luz que se enciende. Por ejemplo, si un país refuerza la lucha contra el narcotráfico, el COT se refugia en otras actividades criminales cuyo control es más laxo. Siguiendo con el ejemplo, esas bandas suelen bajar temporalmente su perfil en el narcotráfico y volcarse a la trata de personas, a los secuestros, a la extorsión o al tráfico de órganos humanos.
Lo óptimo sería evitar que ingresen cucarachas a la habitación. Sin embargo, una vez que aquellas se han instalado ahí por las fallas de iluminación, no queda más remedio que desinfectar la habitación y expulsar o capturar a todas las cucarachas presentes. Eso se hace mejorando las luces y recurriendo a productos desinfectantes tecnológicamente más avanzados.
Es posible que la expulsión de la DEA del país haya contribuido a pacificar las regiones productoras de la hoja de coca, aunque sin complicar mucho la cadena del narcotráfico. Sin embargo, la cooperación entre agencias regionales e internacionales de lucha contra el COT sigue siendo una “luz” imprescindible si se desea identificar, arrinconar y expulsar a esa plaga de Bolivia.
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