El tema del narcotráfico boliviano figura en las agendas electorales de Argentina y Brasil pero no en la de Bolivia.
Sergio Massa, del frente renovador del peronismo en Argentina dijo que si llegara a ser elegido presidente pondría a las FFAA en la frontera con Bolivia para impedir el ingreso del narcotráfico.
Mientras que Aecio Neves, del partido social demócrata de Brasil, dijo que en su gobierno él rompería relaciones diplomáticas con Bolivia hasta que aquí se cumplan las leyes sobre restricción de cocales y se controle realmente el narcotráfico.
El tema, en cambio, no figura en la agenda electoral de los candidatos bolivianos.
Es como si repitiéramos a estos vecinos la frase usada con los yanquis: “argentinos y brasileños, erradiquen sus narices” porque nosotros no pensamos erradicar los cocales.
¿Este es un mensaje de los cocaleros solamente o de todos los bolivianos que han decidido ponerle paños fríos a sus conciencias?
Estos dos países vecinos están sintiendo el peso de la presencia de las drogas y las secuelas que ellas traen, y quisieran que el país de donde procede este mal actúe con responsabilidad.
El mensaje a los yanquis era extraído del abc del capitalismo: si sus narices no demandaran la droga, no habría oferta. Y añadía, con tono plañidero, que en un país como Bolivia no hay otras cosas a las que se pueda ocupar la gente que no sea producir coca. Y, además, que si la hoja era usada para hacer droga, pues era algo que escapaba a la responsabilidad de los cocaleros.
Pero ahora Bolivia se ha convertido en el centro distribuidor de droga en Sudamérica. Hay un puente aéreo permanente que opera entre Perú, Bolivia y Paraguay, trayendo y llevando la droga hacia los principales mercados de consumo, que son Brasil y Argentina.
Ese puente aéreo se hace con avionetas Cessna 206, en una especie de hormigas voladoras. El otro negocio, el grande, se hace en aviones Hércules, en negocios que se codean con la política regional.
Setenta avionetas se perdieron desde enero y 20 pilotos han desaparecido. Nadie informa de eso.
El camino presuntamente elegido por quienes callan ante esta realidad no lleva a nada bueno, como lo saben los habitantes de Afganistán o de Somalia. Allí no viven bien.
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