Por los muertos y los heridos víctimas de la violencia sin límites ejercida en Palmasola. Por el niño que falleció en brazos de su padre, inocente ofrenda a los cielos que pagó por crímenes no cometidos. Un minuto de silencio por la congoja de las familias que lloraron su desventura frente a la puerta de la cárcel y frente a las cámaras de los medios que se abalanzaron sobre ellos para retratarlos en sus peores momentos. Silencio en la morgue adonde presurosos acudieron los que aterrorizados pedían a gritos que se terminara el suplicio por no saber si sus seres queridos estaban en la lista negra de los que sufrieron una muerte indecible.
Apenas un minuto, para reclamar por un sistema que no se acuerda de los hombres y mujeres abandonados a su suerte, después de traspasar los umbrales del infierno de extorsiones, droga, alcohol y sufrimientos, donde se supone que ingresan para rehabilitarse. Tienen menos de un minuto para que los responsables de la tragedia se hagan visibles y conozcamos las sanciones que el Estado debería aplicarles por no cumplir con su trabajo.
Apenas un minuto, para reclamar por un sistema que no se acuerda de los hombres y mujeres abandonados a su suerte, después de traspasar los umbrales del infierno de extorsiones, droga, alcohol y sufrimientos, donde se supone que ingresan para rehabilitarse. Tienen menos de un minuto para que los responsables de la tragedia se hagan visibles y conozcamos las sanciones que el Estado debería aplicarles por no cumplir con su trabajo.
Por las 32 vidas que se sacrificaron para que la sociedad entienda que no se pueden esconder en una cárcel las miserias producto de sus inequidades, olvidos u omisiones. Porque, a pesar de estar presos, reflejan la realidad de cómo evolucionan los problemas irresueltos o no recordados a propósito.
¿Alguien puede decir que no sabíamos lo que podría ocurrir? En estos lugares donde todo pasaba, donde apenas sobrevivía el más fuerte, el menos compasivo, el mejor pertrechado con dinero, que compraba las conciencias de los que tenían la misión de cuidar la seguridad entre las paredes y fuera de ellas. Ahora es cuando, después de los reportes mediáticos, de la sensación que producen las imágenes, después de las conferencias de prensa que muestran el desfile de los miserables considerados sospechosos y cabecillas.
Ahora es cuando urge encontrar soluciones de fondo, con los gobernantes de turno, con los líderes que nos piden el voto, con los cruceños que dicen amar a Santa Cruz, con todos los que no queremos ser cómplices de lo que pasó en el infierno que es parte de la bella ciudad que festejaremos en septiembre
Periodista y cientista jurídico
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