Legalizar las drogas llega al debate
Mauricio Aira
A finales de marzo 2000 Gran Bretaña rechazó la liberalización de las leyes sobre drogas, así lo resolvió el gobierno inglés rechazando las recomendaciones de una investigación que había recomendado la liberalización de las leyes sobre la droga. NNUU persiste por enésima vez en la condenación de todo tráfico de drogas y penaliza su consumo. De cuando en vez rebrota el debate sobre tal cuestión, la última a raíz de un artículo de Mario Vargas Llosa quien afirmó que el tráfico de estupefacientes es la mayor amenaza para la democracia en América Latina, que la legalización debe estar acompañada de un re direccionamiento de las enormes sumas que se invierten en la represión para destinarlas a campanas de rehabilitación e información tal como se hizo en la lucha contra el tabaco.
A pocas horas de su publicación el prestigioso diario Los Tiempos de Cochabamba advertía que logró reavivar el debate en círculos intelectuales y políticos que trata la posibilidad de abandonar las políticas basadas en la prohibición y sustituirlas por la legalización, en cuyo respaldo citaba al Wall Street Journal que había ofrecido ejemplos sobre la rapidez con que cobra fuerza aún en EEUU la legalización para afrontar el problema.
La resurrección de tal discusión tiene dos soportes, los que apuntan menguados frutos en la represión y aquellos colectivos que muestran su total oposición aduciendo que la más frecuente referencia a los casos históricos del alcohol y del tabaco no admiten comparación. Los primeros suelen citan a prominentes intelectuales de ideología liberal como Ethan Nadelmann, Milton Friedman, Fernando Sabater y ahora supongo también Vargas Llosa, que tienen en común no la defensa del derecho a la droga sino la manera más eficaz de controlarlas, creen que arrebataría el negocio a los traficantes, que siendo las drogas baratas no haría falta delinquir para obtenerlos, que el comercio estaría regulado y vigilado. En suma repiten los mismos argumentos de siempre. Adelantan que hay tres sistemas posibles de regulación legal. 1. La toxicomanía bajo control médico experimentado sin éxito en Holanda y Gran Bretaña. 2. Restringir a ciertas áreas por plazos determinados y 3. Determinar qué drogas se incluirían en la despenalización. Inclusive explayan reglamentaciones diversas en las que se enredan porque reconocen una clasificación previa o catálogo de drogas, además quisieran legalizar simultáneamente en todos los países, en que los más permisivos se convertirían en paraísos de la droga.
La conclusión es que las drogas son sustancias peligrosas, por tolerante que se quiera ser no se puede permitir, su distribución sin restricciones y severos controles, como sucede con algunos medicamentaos. Cada limitación abre el mercado negro. Las drogas esclavisan por lo que todo el que las facilita aumenta la clientela cautiva. Aun cuando la represión no solucione el problema es imprescindible. Sin ella la educación perdería su eficacia, ¿cómo legalizarlas y luego mostrar que son dañinas? Prohibir su venta es una forma de educar sostienen.
Abundan los argumentos en contra de la despenalización: no hace desaparecer la venta ilegal, se incrementa su consumo en sectores cada vez más jóvenes de la población. Legalizarla en Bolivia provocaría una oleada de adictos de vagos y mal entretenidos que aumentarían las enfermedades venéreas e incrementaría el crimen organizado. Sería dar un nefasto mensaje a la población por un gobierno irresponsable.
Cuando el 27 de febrero de 1995 la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes reunida en Viena volvió a pronunciarse contra la legalización, marcó claramente que Legalizar el consumo y el tráfico significaría aumentar la demanda y citaron el caso de Zúrich donde la tolerancia había llevado a una triste situación que las autoridades no fueron capaces de controlar, se toleró el consumo en un parque público (de las jeringuillas) y en una estación abandonada pero el clima de peligrosidad obligó a la policías a desalojar esos lugares. Los precios bajaron de modo que la droga llegó a un número mayor de drogadictos, el consumo se disparó y el número de muertos por sobredosis trepó. La criminalidad ligada al tráfico de drogas aumentó, pues al bajar los precios se produjo una lucha de grupos por el monopolio de la heroína que se distribuyó allí gratis durante tres años, el único resultado fue que el ciclo de los adictos había aumentado y que las victimas drogadas morían sin remedio.
Ya en agosto del 2009 publiqué por éste medio “10 razones para no legalizar las drogas” replicando 10 argumentos para hacerlo. Nils Berejot médico asesor de la policía sueca había llevado a cabo un trabajo único en su género para demostrar que el número de consumidores de droga crecía o disminuía según el grado de mayor o menor permisividad de las leyes y que la droga estaba casi siempre asociada a las principales causas de la delincuencia. Finalmente Ulf Rudlerg toxicólogo del afamado instituto Karolinska afirmó que hacer difícil o penalmente riesgoso el alcance de la droga incita a renunciar a su uso a un 50% de quienes lo hacen ocasionalmente. Legalizar las drogas provocaría mayor adicción y dependencia, sacarlas de en medio es como limpiar el jardín de hierbas venenosas “en que juegan nuestros niños queridos”.
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