El viceministro de Defensa Social, Felipe Cáceres, reveló que los pobladores de Larecaja y Bautista Saavedra, dos provincias de La Paz, acaban de hacer una difícil elección.
Estaban acostumbrados a explotar el oro de los ríos de la zona pero ahora han decidido dejar esa actividad y dedicarse a la agricultura: cultivarán coca.
La elección de estos ciudadanos fue sabia, a pesar de que en este momento el oro tiene la más alta cotización de toda la historia, cerca de 1.200 dólares por onza troy.
Los ciudadanos que hicieron esa elección han tenido que sopesar todos los pros y los contras de cada una de las opciones que se les presentaba.
Para comenzar han debido considerar que la actividad minera se ha hecho riesgosa, debido a que el Gobierno decidió cancelar todas las concesiones de explotación.
En cambio, la producción de coca no tiene dificultades, porque el Gobierno no pone ningún límite a las áreas donde puede producirse.
El oro tiene un precio definido por la demanda, que es una sola.
En cambio, la coca tiene un mercado legal y otro ilegal, lo que le da por lo menos dos opciones. En el caso del mercado ilegal, el precio se multiplica, sobre todo si los productores pueden participar en la primera transformación industrial del producto.
El oro, en cambio, tiene una sola opción de venta. Tiene un solo mercado, que está copado por los rescatadores, que se guían por la tendencia de los precios internacionales.
No hay poderosas organizaciones internacionales en torno de la producción del oro, ni hay ejércitos irregulares desplegados en diferentes países, desafiando a las leyes nacionales e internacionales, como, en cambio, ocurre con la coca.
Los productores de oro no están bien organizados para defender sus intereses, mientras que los productores de coca tienen sindicatos poderosos y gente muy, pero muy influyente en el Gobierno.
En suma, los pobladores de Larecaja y Bautista Saavedra son bolivianos muy perceptivos. Saben de qué lado sopla el viento.
Ni se les ha ocurrido pensar que la coca que ellos planten será ilegal, pues saben que ese es un detalle sin importancia, cuando los cocaleros ilegales se han convertido en un poder económico y político en el país.
En suma, estos ciudadanos han decidido guiarse por aquello de donde anduvieres, haz lo que vieres. Todos ilegales.
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