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domingo, 4 de octubre de 2009

Julieta Montaño abogada líder de la organización de mujeres, inside en reiterar que la producción de coca, está destinada a producir más cocaína. OpCB


¿Estamos aún a tiempo?Julieta Montaño

Es la pregunta que deberíamos hacernos bolivianos y bolivianas frente a la proliferación del narcotráfico y el poder que ostentan las redes de delincuentes desafiando al Estado y sus instituciones. Es tanta la prepotencia de esta actividad delictiva que parecería que no hay autoridad que ponga límites a la acción de ninguno de los eslabones de la cadena que durante décadas se fue constituyendo en el país. Los parques nacionales, los territorios indígenas, los ríos, lagos selvas, montañas y centros urbanos, indistintamente son utilizados con total impunidad provocando daños ambientales cuyos efectos ya empieza a sentir la población, especialmente aquella dedicada a la agricultura, la avicultura y la ganadería.
Por mucho esfuerzo que hagan los defensores de la “hoja sagrada”, hoy ya no es posible negar que la producción de la coca, está orientada fundamentalmente a la fabricación de cocaína, actividad que por las jugosas ganancias que reporta, se ha convertido en la más deseable para miles de agricultores que, abandonando sus tierras en el altiplano y los valles, se van introduciendo en la espesa selva desafiando todos los riesgos que se les pueda presentar con tal de hacerse de una parcela de tierra que les permita ser parte del festín, al extremo de pretender despojar la tierra a pobladores originarios, legítimos y legales propietarios.
Si bien lo que está sucediendo no es nuevo, sin embargo, cada vez es mayor la cantidad de gente dispuesta a involucrarse en la actividad del narcotráfico por considerar que las condiciones son óptimas por la debilidad de las instituciones del Estado. A su vez, instituciones como la Policía, el Ministerio Público y el Poder Judicial que debían ser potenciadas para perseguir a todo el circuito delincuencial, no sólo que se van debilitando por falta de una adecuada preparación, recursos humanos y técnicos, sino que se les distrae asignándoles tareas que no les corresponden, como el convertirse en el brazo ejecutor de la persecución política a los opositores al régimen.
Lo que está sucediendo en este momento no es poca cosa, los peligros sociales, ambientales y éticos que se ciernen son de dimensiones tan grandes que había que repasar las noticias que llegan de México, Colombia, Afganistán y otros países para preguntarse si es ése el destino que nos merecemos

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Julieta Montaño, es abogada, directora de la OMJ.

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