El problema del narcotráfico no es un asunto meramente policial, es un fenómeno que afecta a la sociedad en su conjunto y ha penetrado profundamente el aparato estatal. Cualquiera que escriba seriamente sobre el asunto de la coca y cocaína tiene como base la investigación de René Bascopé Aspiazu: “La veta blanca. Coca y cocaína en Bolivia” (1982).
El sostén económico de Bolivia –dice Bascopé- ha tenido momentos de descubrimiento importantes, siendo la primera veta descubierta por el indio Huallpa que encuentra el filón de plata del Cerro Rico en 1545 con tres siglos y medio de explotación; después, Simón I. Patiño descubre la mina “La Salvadora” y se organiza una oligarquía en torno al estaño hasta 1952, cuando el Estado se hace cargo de los yacimientos hasta el descenso de los precios del mineral, que puso en crisis la situación social, económica y política del país.
Paralelamente, en 1976 el dictador Hugo Banzer Suarez olfateando el declive de los precios del estaño, buscó desesperadamente una veta para sostener una casta parasitaria que siempre quiso mamar de las ubres del Estado, invirtió con fondos de las arcas públicas casi mil millones de dólares para levantar el proyecto agroindustrial del algodón que fracasó, dinero que terminó en los bolsillos de militares y latifundistas. Las clases dominantes no podían solventar sus jugosos apetitos, hasta que se descubrió la estupenda veta blanca de la cocaína.
La producción, distribución, transporte y comercialización de la coca fue un gran negocio incluso desde 1786, fecha en que ya estaba consolidado un grupo de terratenientes de origen español en casi 345 haciendas en la región de los Yungas. Esta hoja estaba ligada a la explotación de los minerales por sus cualidades de aliviar los rigores del hambre. Empero, el Chapare fue considerado como lugar de producción a partir de 1955, incrementándose los cultivos y consolidándose como productor a partir de 1976, momento del banzerato.
Bascopé propone como objeto de su libro demostrar la siguiente hipótesis: Hugo Banzer Suárez entiende, asume y planifica el gigantesco proceso de elaboración de cocaína como un “proyecto nacional”. Lo demuestra.
Después de la Reforma Agraria empieza el cultivo de coca en el Chapare, pero la hoja cochabambina no deleitaba los paladares de los masticadores que preferían la hoja de los Yungas, aun así, el lugar era estratégico por la cercanía con Santa Cruz y Brasil para elaborar industrialmente la droga. ¿Cuándo se descubrió las intenciones del gran “proyecto nacional”? Bascopé ubica ese primer momento cuando la Interpol y la Dirección de Investigación Nacional (DIN) mediante un operativo secreto se enteran que el propietario de 10 kilogramos de clorhidrato de cocaína avaluados en 40 mil dólares pertenecía al ministro de Salud del Gobierno de Banzer, el dirigente de la FSB, Carlos Valverde Barbery.
Mi conjetura: De no refutarse la hipótesis de Bascopé, podemos inferir que el movimiento social cocalero chapareño es heredero del narcoestado banzerista, por ser beneficiarios del apoyo e inversión con dineros del Estado del “proyecto nacional” que apuntaló la alianza estratégica entre un grupo selecto de empresarios – hacendados – militares – aliados políticos para extraer cocaína cuya producción, venta, transporte y comercialización de coca, estaba controlada y vigilada por políticos que otorgaban privilegios a narcoempresarios que luego diversificaron sus ganancias en otros rubros. Ahora, la veta blanca sigue siendo explotada por otros actores de turno, esto sucede gracias al mercantilismo, es decir, el fenómeno por el cual los gobernantes subvencionan y dan privilegios en los negocios a los amigotes. La crónica enfermedad adictiva de Bolivia.
El autor es vicepresidente del Instituto Libertad, Democracia y Empresa.