Los productores de coca son especialistas en jugar al “gato y el ratón”, un juego en el que han caído casi todos los gobiernos, aunque ahora se exagera gracias a la complicidad de los organismos internacionales. La regla básica de este ludo cocalero consiste en aceptar la erradicación de cultivos de coca, pero al mismo tiempo que se destruyen cinco hectáreas, por detrás hay quienes siembran 25.
El jueguito no solo tiene implicancias propagandísticas para el régimen, sino también políticas, económicas y expansionistas, pues se suele erradicar en aquellos lugares donde las tierras están agotadas y no dan más y la expansión se hace en parques nacionales y en territorios indígenas como el Tipnis.
La maniobra más inteligente de los cocaleros es jurídica, pues mientras eliminan cultivos considerados ilegales, negocian la legalización de otras plantaciones y eso precisamente está ocurriendo en este momento con los cocaleros de Vandiola, quienes amenazan con frenar la eliminación de sus plantaciones, mientras el Gobierno no autorice el incremento de 65 catos más. Los propietarios de autos chutos, que no por nada han establecido su sindicato en el Chapare, parecen estar incursionando en esas técnicas con la ayuda de la Aduana.
La entidad asegura que está combatiendo este delito, a razón de tres incautaciones por día. Al paso que va, erradicar los 30 mil autos chutos que hay le tomará diez mil días.
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