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sábado, 30 de mayo de 2009

llama la atención El Deber, al afirmar en su editorial Cocaína al por Mayor, aumento del nartráfico y el oprobio en que cae Bolivia.


Sensiblemente, es en los extremos de verdad deleznables donde nuestra Bolivia ocupa lugares destacados tomando en cuenta el ámbito universal. Y nada, tal vez, tan deleznable como cuanto pueda concernir a las drogas heroicas, a la cocaína específicamente y en este ramo, a lo concerniente a la producción de la materia prima, a la elaboración de la cocaína, a su comercialización interna o externa y, fundamentalmente, a su consumo, particularmente en nuestro propio territorio y desde luego por nuestra propia gente.
Cocaína, producción, venta y consumo no son, honradamente hablando, taras o más bien maldiciones de este tiempo de por sí ensombrecido por causas que, a los efectos de este comentario, no viene al caso detallar. De producción, venta y consumo, más el cultivo de la materia prima, hemos venido acusando señales indelebles y seriamente estigmatizantes desde hace décadas, probablemente desde más de medio siglo atrás.
Sin embargo, y no obstante que nada nos exime del cruel oprobio ni ayer ni hoy, nunca la producción, el tráfico y el consumo de la cocaína registraron el volumen del alcaloide en transacciones subrepticias en este tiempo,  dentro mismo del país, trasponiendo montañas y surcando mares en pos de compradores extranjeros, a la vez que son apreciables y al parecer inagotables las reservas para abastecer a nuestros propios viciosos que es correcto suponer que son muchos, infelizmente, y tal vez sin cura.
Allí están, confirmando el deleznable auge actual en todas sus fases, de la cocaína, las notas que casi cotidianamente aparecen en los medios de comunicación de todo el país e incluso del exterior. Y aparte de lo extraordinario de la cotidianidad del tráfico, sorprenden, abruman, los volúmenes de los cargamentos de la cocaína, de la que hasta se menta su grado de “pureza”. 
Reveladoras son, asimismo, las noticias que proceden del exterior referentes a intercepción del narcotráfico, porque unas veces los narcotraficantes apresados en el exterior eran de nuestra maltrecha nacionalidad o la droga procedía de “factorías” bolivianas o por alguna causa siempre danzamos en el baile de manera ruidosa e  indefectible.
¿Qué es lo que se ha aflojado, qué es lo que está fallando, qué circunstancia determina el descontrol que parece haberse instalado en los campos del narcotráfico? Desde luego, es válido aquello de que la vida está muy dura y muy áspera y, en tal circunstancia, por la supervivencia humana, cualquier recurso, hasta el más ilegítimo o prohibido, se vuelve justificable. Pero tan así no son las cosas si se toma en cuenta que la lucha por la vida siempre fue áspera y dura para nosotros los bolivianos y el narcotráfico, si se daba en tiempo pretérito, no llegaba a generar tan honda y dolorosa alarma y tan insólito auge. Valdría la pena establecer las verdaderas raíces del repudiable fenómeno.

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